Voces

Un día a la vez: Sobreviviendo a la soledad siendo mamá

Hola, soy mamá primeriza y hoy quiero hablar de un tema que muchas veces callamos por miedo a ser juzgadas, a sentir que fallamos, que no somos suficientes o por darle demasiada importancia al “qué dirán”. Hoy quiero hablarte de la soledad en la maternidad y cómo esta puede llevarte, incluso, a la depresión.

Comenzaré hablando de mí y de cómo estuve mucho tiempo alejada de mi página Mamá primeriza, un proyecto que inicié con mucho entusiasmo. Sin darme cuenta, me perdí en la rutina del día a día, intentando ser mamá, ama de casa, esposa y profesionista, hasta que mi cuerpo y mi mente me cobraron factura. ¿De qué manera? Con enfermedades derivadas del estrés, del mal dormir y del mal comer.

Te platico mi experiencia…

Desde que empecé dando consejos de mamá primeriza en mi página y contando mis experiencias, hace poco más de cinco años, jamás he idealizado el concepto de MATERNIDAD. Al contrario, siempre he tratado de contar la realidad de lo que significa ser madre o, al menos, mi realidad.

Sin embargo, muchas veces, cuando las mamás expresan lo dura que puede ser su realidad, no falta quien las acose con típicas preguntas como: “¿Entonces para qué tuviste hijos?” o “Hay tantas mujeres deseando tener hijos y tú no lo agradeces”. Hablo de esos comentarios que emiten las personas como juicios, desde un escenario en el que no conocen toda la historia. Y, aunque la conocieran, tampoco deberían juzgar.

Yo AMO con todo mi ser a mis hijos, Emma y Leo, literalmente, daría la vida por ellos. Desde el día de su nacimiento tuve que tomar decisiones difíciles que nunca esperé. Primero tuve que pasar por un proceso de cesárea con ambos para abrirles el camino a la vida; en ambas cirugías hubo complicaciones importantes que requirieron que me medicaran para estabilizarme.

Leo, el más pequeño, tuvo varias complicaciones al nacer y estuvimos en UCIN  (unidad de cuidados intensivos neonatales) durante diez días. Desde el segundo día de su nacimiento, tuve que armarme de valor para moverme, bañarme y estar lista para poder verlo. Esta rutina la repetía tres veces al día. Me extraía leche para comenzar a crear su banco, pero no pudo tomarla hasta el cuarto día. Fueron un sinfín de situaciones que, aún hoy en día, me provocan ansiedad sólo de recordarlas, aunque ya han pasado casi dos años de eso.

Mi bebé luchó por su vida y, gracias a Dios, salió adelante. En esos días, cuando intentaba ser fuerte, no lo habría logrado sin mi mamá, que estuvo literalmente al pie de mi cama en el hospital, y sin mi esposo, quien se encargó de que todo fluyera en casa con Emma y en el hospital.

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La soledad en la maternidad

Pero volvamos al tema principal: la soledad y la depresión en la maternidad. No siempre nos damos cuenta de que la padecemos, y yo soy un claro ejemplo. Decidí normalizar sentirme cansada, triste y sin ánimos, y en lugar de aligerar mi carga, opté por tomar más tareas en mi día a día.

Todo para sentirme productiva, para sentir que “era alguien” además de mamá y esposa… ¡Qué terrible error! Derivado de esas exigencias, comencé a enfermarme y a alejarme de mi círculo social y de mi familia. A pesar de estar rodeada de mucha gente, nunca levanté la mano para pedir ayuda, tampoco busqué alguna comunidad de mamás con quienes compartir esos temas que sólo nosotras entendemos.

Mi vida se llenó de quejas, insatisfacción, tristeza y también de enojo. ¿Qué triste, no? ¿Por qué nos permitimos llegar hasta ese punto? ¿Por qué no notamos esas “señales de alerta” a tiempo? Me ha costado mucho trabajo ser consciente de todo esto, y también me está costando abrirme con ustedes, ya que no es un tema fácil de hablar, de aceptar ni de tratar, pero sé que es un primer paso para empezar el cambio.

Foto: Shutterstock

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Honestamente, quisiera que mi testimonio sirva para que, si te sientes identificada con mi historia, te des cuenta de que no eres la única. Hay muchas mujeres pasando por esta situación y, lamentablemente, la mayoría de nosotras nos callamos y minimizamos nuestros síntomas. Por eso, es importante levantar la voz y entender que no está mal pedir ayuda.

¿Cuánto tiempo más debe pasar para que comiences a cuidar de ti, así como cuidas de los tuyos?

“Deja de posponer ese café con esa amiga que trae alegría a tu vida.
Deja de posponer esa cita médica que necesitas para atender tu salud.
Deja de poner pretextos y comienza a hacer ejercicio.

Tu salud, tu estado emocional y espiritual también importan”.

Te abrazo a distancia y deseo que sanes todo aquello que no hablas con nadie. No olvides que es UN DÍA A LA VEZ y que LO ESTÁS HACIENDO MUY BIEN. 💖

Te espero en mi próxima columna. Me gustará mucho seguir compartiendo contigo temas que nos unen, nos fortalecen y nos recuerdan que no estamos solas en este camino. ¡Hasta pronto!

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Ámbar Herrera

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