Por Nonantzin Martínez
Nos estamos acercando al año y medio de que la pandemia por COVID-19 fuera considerada un asunto de emergencia en nuestro país. Fue en marzo del año pasado cuando nos subimos al barco de una nueva normalidad global.
Han sido varios los escenarios por los que hemos pasado: confinamiento absoluto; confinamiento parcial; trabajo home office; vuelta gradual a la oficina; regreso al home office en algunas empresas por reporte de casos; clases en línea emergentes para finalizar el ciclo escolar 2019-2020; clases formales en línea para hacer todo el ciclo 2020-2021; intentos fallidos de retorno presencial en junio en algunas escuelas del país; primera ola de contagios, segunda ola y, ahora, tercera ola, con la variante Delta del virus que está poniendo de cabeza los esfuerzos de los países y de sus ciudadanos, y que le está jugando sucio a las vacunas… No sé ustedes, pero yo, sinceramente, ya estoy muy cansada. Me urgen unas vacaciones de todo esto. Ja, ¡en mis sueños!
No lograba dormir pensando, una y otra vez, que el virus está tan cerca y que viene con mucha fuerza. Voltee a ver a mi hijo que dormía apaciblemente junto a mi y esa imagen me devolvió a mi centro y al sueño necesario. Mi pequeño ha sido el mejor ejemplo para mi y para su papá de lo que es tener resiliencia y ser paciente. Y por ello estoy agradecida con la vida, pues ha sido muy generosa con nosotros, pero, ¿por cuánto tiempo más seguiremos en esto?
En la familia siempre hemos sido –y seguiremos siendo– muy cautelosos, llevando a cabo las medidas de prevención que han dictado los organismos de salud nacionales e internacionales, no nos permitimos salir sin cubrebocas, respetamos la sana distancia, evitamos lugares concurridos, casi no vamos a restaurantes… pero el peligro está ahí y esa sensación de que esto no acabará pronto, nomás no ayuda a fluir.
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Criar, cuidarse para cuidar a los demás, trabajar, despejar la mente…
Si de por sí la crianza de un hijo es un reto enorme, siento que con la pandemia mi rol de mamá tuvo que alcanzar un “nivel pro” necesario para seguir avanzando a las siguientes etapas. Desde la enseñanza básica y vital del uso de cubrebocas y lavado de manos o aplicación de gel, hasta crear nuevas dinámicas familiares que a todos nos hicieran sentir bien, adaptar espacios de juego y aprendizaje, modificar rutinas y salidas o encontrar la forma de seguir en actividad y moviéndonos y no caer en la tentación del cuidado a cargo de la consola de videojuegos o computadora.
Tengo a mi cuidado a mi pequeño que vivió, meses previos a cumplir 7 años, ese duro golpe que fue para todos los niños y niñas no poder volver a la escuela ni correr en el patio con sus amigos. Hoy veo las cosas en retrospectiva, justo porque el domingo cumplirá 8 años y no encuentro las palabras para definir la tremenda época que nos está tocando vivir; terminó su primer año de primaria bajo un esquema improvisado, hasta cierto punto, y ahora ya hasta cursó todo su segundo año de primaria aprendiendo tablas de multiplicar, divisiones, fracciones, palabras agudas, graves, esdrújulas; soltando toda la creatividad que tiene en clase de arte y música y practicando la fluidez de un segundo idioma en su clase de inglés, con maestras y profesores que también dieron su mejor esfuerzo a través de Google Meet. Irreal, ni en nuestros sueños más extremos lo hubiéramos imaginado.
Y yo, por supuesto, no me descuido. La prioridad, que es mi hijo, viene pegadita a la prioridad que soy yo. Para aligerar momentos de tensión, de cansancio, de ver que ya se me juntó la ropa para lavar o que es urgente hacer compras para tener la comida lista, mientras mis deadlines están encima de mí, pongo mi música favorita, hago yoga, bailo y me doy mis momentos para leer un libro, para ver alguna serie o peli, mientras mi chico y su papá se divierten y apapachan.
La pandemia no termina, y me queda claro que las cosas ya no son como antes, como fueron en los inicios de este “mal sueño”.
Para mi, que también cumpliré años el próximo domingo, este es el momento de volver a tomar aire y redirigir el camino. Tengo mi primera dosis de la vacuna, esperando a finales de agosto por la segunda, y un nuevo ciclo de vida por delante.
Y aunque el desasosiego de pronto me invade, mi pequeña gran razón de vida que es mi hijo, y mi familia, me impulsan, siempre, a mirar las cosas con ojos de esperanza.
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*Nonantzin Martínez es periodista especializada en temas de estilo de vida, crianza, maternidad y gastronomía. Ha sido parte de las redacciones de revistas como Marie Claire, Glamour, Padres e Hijos y Balance, y colaborado en Good Housekeeping México, Cocina Fácil y GQ México. Actualmente es editora de Baby Creysi, aprendiz de fotógrafa y mamá de un niño de casi 8 años.