Cuando crecí pensé que una de las ventajas de ser mayor sería que había dejado atrás las interminables tareas escolares de la primaria, pero me equivoqué. Cuando eres mamá, literalmente vuelves a cursar la educación básica con tus hijos. No me malinterpretes, entiendo el motivo de la tarea: los niños necesitan practicar las nuevas habilidades que aprendieron en la escuela, estoy bien con eso. El problema es cuando la tarea es excesiva y claramente sobrepasa lo que los niños pueden hacer por sí mismos. Mi disgusto es cuando la tarea es para los papás.
Te pongo un ejemplo: cuando mi hija tenía cinco años, su maestra de artes le dejó una maqueta en donde plasmara su colonia. La pidió una semana antes, eso sí, pero cuando los dos papás trabajan y llegan a casa tarde es complicado hacer una maqueta de metro y medio de largo por un metro de ancho. Máxime porque no es la única tarea. Todos los días le dejaban -y le siguen dejando- páginas y páginas de todas las demás materias.
Tengo muchas razones por las que las tareas interminables me sacan de quicio. Me gustaría exponerte mi desacuerdo y conocer tu opinión.
Lo acepto, no tengo paciencia. Esto no es culpa ni de mi hija ni de las maestras. Después de una larga jornada de trabajo es fácil que me desespere. Me convierto en un tren sin frenos: las páginas de matemáticas, la cena, las repeticiones de verbos en inglés, los trastes que no pude lavar en la mañana, el tríptico sobre las ballenas, el resumen de la lectura, los recortes… Respiro y logro contener los gritos, pero… ¡la bendita maqueta!
No soy la única mamá que se siente así. A través de su cuenta de Facebook, la bloguera “Mamá agria”, también externó su malestar cuando a su pequeño le dejaron de tarea hacer unos títeres con escenario (además de los ejercicios del día a día).
“Yo sé que no es culpa de la maestra que no tenga quien me ayude a lavar, cocinar, limpiar, tender cama, lavar baño, trastes, etc. Así le contratara una miss particular a mi hijo, un niño de entre cinco y siete años solo mantiene su atención de 30 a 45 minutos máximo, ya lo demás te está dando ‘el avión’. Entonces, no es posible que los niños completen las tareas solos. ¿Quién crees que acabará haciendo la actividad de los títeres? ¡Pos yo!”, explica.
Su posteo obtuvo más de mil 500 comentarios. Cientos de mamás expusieron el estrés que sienten por la avalancha de labores escolares, que se suman al quehacer diario de la casa y la oficina. Al final lo comprendí: Las mamás de hoy ganamos independencia al salir a trabajar, pero no dejamos de llevar la mayor parte de responsabilidad en la educación y la crianza de los hijos. A esto súmale las tareas domésticas. El trabajo se triplicó.
Evidentemente depende de nosotras hacer que el “mareado” colabore a la par, pero el “tsunami” de actividades que algunas escuelas les dejan a los niños es irreal.
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Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), cuatro horas de tareas a la semana deberían ser el máximo de trabajo que los alumnos se lleven casa. En su reporte titulado, Does Homework Perpetuate Inequities in Education? (¿La tarea perpetúa las desigualdades en la educación?), el organismo explica que destinar más tiempo tiene un impacto insignificante en el rendimiento académico, pero sí afecta en el tiempo libre que tienen los niños para sus actividades de ocio y juego.
Voy a ser clara en lo que pienso: la principal chamba que deberían tener los niños es jugar y conocer el mundo a través del juego. Obviamente poco a poco y, a su nivel, hay que incorporales responsabilidades, pero ¡dejemos que los niños disfruten su infancia! Con esto no quiero decir que el tiempo restante se la pasen viendo la tele o en videojuegos, sino que tengan más espacio para correr, andar en bicicleta, hacer ejercicio, tomar alguna clase de música, pintura, dibujo o lo que les guste.
La pandemia empeoró la situación. Mara Estrada, mamá de Camila, asegura que con las clases en línea se incrementaron también las tareas. “Mi hija lloró cuando volvimos a semáforo amarillo en la Ciudad de México porque la carga de trabajo en casa es mayor. La maestra explica menos y lo compensa con trabajos. Tiene once años y va en quinto de primaria. Se estresa muchísimo. Terminamos más tarde”.
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Sin duda la tarea tiene sus beneficios. Enseña responsabilidad, manejo de tiempo y perseverancia. En teoría debería reforzar el aprendizaje independiente porque el niño practica sus conocimientos por su cuenta. También nos brinda a los padres la oportunidad de saber qué están viendo los niños en el colegio y de involucrarnos en su educación. Hasta ahí todo bien. Pero una cosa es que dejen cosas sencillas para reforzar el conocimiento y otra que pidan demasiada carga de trabajo o tareas muy elaboradas a niños pequeños.
“¿Por qué me están diciendo que la clave es dejar que el niño haga la tarea solo? Evaluemos: Niño de seis años que nunca ha tenido clases presenciales, está aprendiendo a escribir, leer, sumar, restar, etc. Tarea de hoy: Resolver página 96 y 97 de matemáticas que incluye acabar la actividad viendo un video, dibujar y escribir en el cuaderno. Lengua materna: Página 90 del libro (un dibujo) y aprenderse los diálogos de dos o tres personajes de la historia que eligió y de la cual estamos haciendo unos títeres de calcetín y estambre, con escenario. Lectoescritura: Dictado de 20 palabras e inventar con ellas cinco frases de al menos seis palabras cada una. Cada tarea con margen y fecha. Además, debe leer 20 minutos diario”, indica Mamá agria en su post.
Evidentemente los papás debemos vigilar a los niños, pero si la tarde y noche se la pasan haciendo tarea, ¿dónde queda el tiempo de calidad? Una actividad que debiera ser divertida, como elaborar títeres con calcetín, se convierte en un suplicio.
“La familia y la escuela son un binomio que no puede estar separado. Para que el aprendizaje del niño sea exitoso es necesario que las familias cumplan con la cuota de responsabilidad que les corresponde. Eso no debe ser negociable. La familia siempre debe estar pendiente del aprendizaje de sus hijos. Los padres no deben verse como clientes, como que van a la institución educativa a buscar un servicio, es necesario que se den cuenta de que son colaboradores. Es un trabajo compartido”, dice Ángeles Grajales, maestra de primaria.
Estoy de acuerdo con la docente, sin embargo, hay estudios realizados por investigadores como Harris Cooper, profesor de psicología y neurociencia de la Universidad de Duke, y autor del libro, The Battle Over Homework (La batalla contra las tareas), que demuestran que la tarea tiene beneficios académicos mínimos para los niños en los primeros años de la escuela primaria. Por el contrario, el investigador sostiene que son el principal motivo de estrés y fricción entre las familias, pero también entre los padres y los colegios. Los niños, por supuesto, quedan en medio. Tarea sí, pero de acuerdo al nivel y edad de los niños, sin excesos. Así de sencillo.
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La Asociación Nacional de Padres y Maestros de Estados Unidos (PTA, por sus siglas en inglés) recomienda aplicar la “regla de los 10 minutos” para las tareas escolares de los niños en casa.
Esto significa que, si un estudiante está en primer grado, debe dedicarle 10 minutos a la tarea todas las tardes. Si está en sexto grado debe dedicar 60 minutos. Quizá deberíamos repensar las tareas y aplicar un modelo así. En vez de trabajos interminables, ¿por qué no mejor asignaciones cortas, sencillas y que conduzcan a un verdadero repaso?
Honestamente, en lo particular, creo que las tareas en la primaria son una pérdida de tiempo para todas las partes involucradas. En la secundaria depende del niño. Recuerdo que por ejemplo, en mi caso, sí necesitaba la tarea para solidificar la información que se enseñaba durante el día, pero tenía compañeros que aprendían muy bien con solo la explicación del maestro. Por eso digo que desde esa etapa, y sin exagerar, la tarea sí es de ayuda.
Cuando entré a la Universidad mi relación con las tareas mejoró sustancialmente. Atrás quedaron los resúmenes y el aprendizaje memorístico. Por fin le encontré sentido a la tarea, llegaron los ensayos, el análisis, la comprensión de la materia. Pero muchos de mis compañeros de la primaria se quedaron en el camino, simple y sencillamente, “se hartaron de la escuela”.
A través de escrito titulado, Resolution on homework: Quality over Quantity (Resolución sobre la tarea: Calidad sobre la cantidad), la PTA fija su postura frente a las tareas.
Si bien reconoce que “cuando se usa adecuadamente la tarea tiene el potencial de ayudar a los estudiantes a maximizar su aprendizaje”, también señala sus desventajas:
“La tarea puede afectar negativamente las interacciones entre la familia y los niños. Una gran cantidad de tareas no solo aumentan el estrés, sino que no conducen a mejores resultados. Se ha demostrado que los estudiantes que dedican más tiempo del recomendado para el grado apropiado a la tarea no experimentan un aumento o una disminución en el rendimiento académico”.
La asociación añade que, si consideramos que la tarea de los niños depende en gran medida de la supervisión de los padres, esto “aumenta la brecha de rendimiento en las escuelas y crea inequidad cuando no se tiene en cuenta la diversidad de la capacidad académica, la disponibilidad de tiempo y los recursos de los padres o cuidadores para apoyar adecuadamente el aprendizaje en el hogar”.
La conclusión de la PTA, que deberíamos analizar seriamente, es que las escuelas deben diseñar tareas que promuevan un enfoque de calidad, más allá de la cantidad. ¿Acaso no suena maravilloso? Por desgracia falta mucho para que lleguemos ahí, no solo en México, sino en todo el mundo.
¿Y tú, qué opinas de las interminables tareas de los niños? Escribe tu opinión en los comentarios de Facebook.
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