Mi vida sin la guía de mi padre no hubiera sido la misma. La de mi hijo, sin su papá, tampoco. Y aunque mi historia familiar es matriarcal, hasta cierto punto, mi reconocimiento a la figura paterna –como hija y, desde hace casi 8 años, como mamá– es contundente. ¿Cuál es la importancia de hacer equipo con papá para la crianza de los hijos?
Nací de mi madre y me alimenté de su seno. Al lado de nosotros estuvo mi papá, siempre al pendente de m crianza. Él me arrulló entre sus brazos y me cantó y silbó mis primeras canciones. Cuando crecí, mi mamá me atendió cuando me enfermaba; siempre me preparó mi desayuno antes de salir a la escuela, me ayudó a repasar mis lecciones y me enseñó a andar en bici. Y mientras eso pasaba, mi papá era el que me despertaba, veía que mi mochila estuviera lista, nos llevaba al colegio a mi hermana y a mí y, en el camino, platicábamos sobre los planes del día y comentábamos lo que pasaba en el mundo, motivándonos a reflexionar al respecto.
Después crecí. Con mi mamá me organizaba para algunas cosas; con mi papá, para otras. Ambos fueron impulsores de sueños y metas. Hicieron equipo, pues.
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Una responsabilidad compartida
Hoy que soy mamá, entiendo en toda su dimensión el rol de papá en la crianza y la vida de un hijo, más allá de su aportación para concebirlo: el padre es ese complemento de recursos que la nueva personita requiere para lograr un desarrollo completo y satisfactorio.
Me considero privilegiada porque tanto mi padre como el papá de mi hijo sabían su papel, sin que nadie tuviera que decirles, o recordarles, que ahora tenían una gran responsabilidad y que esta sería para toda la vida.
Mi mamá me cuenta la dedicación y los cuidados que tuvo conmigo mi papá cuando nació mi hermana. O cómo él fue el encargado de instaurar buenos hábitos de higiene en nosotras, como lavarnos los dientes o mantener limpios nuestros zapatos; y si vamos más allá, mi papá nos enseñó a defender nuestras ideas y el valor del trabajo. Mamá lo reforzó con las actividades y actitudes que a diario seguíamos en casa. Eso es algo que llevo grabado en mis memorias de infancia: mi papá y mi mamá como los directores de una gran orquesta.
Sobre el rol del papá de mi hijo en su crianza puedo decir tanto y aún así me quedaría corta. De entrada, él me enseñó a ponerle el pañal a nuestro pequeño –tenía experiencia, pues había ayudado a sus hermanas cuando nacieron sus sobrinas– porque ¡yo nunca lo había hecho y no tenía la menor idea! También se encargó de darle a nuestro recién nacido su biberón todas las largas y eternas noches de los primeros meses.
Esos momentos fueron hermosos, porque desde ahí establecieron un apego único y muy positivo. Yo recibí de su parte un acompañamiento absoluto, cuando sentía que ya no podía más del cansancio. Y luego, ambos, seguimos apoyándonos en nuestro crecimiento profesional.
Al día de hoy, con los casi ocho años de nuestro hijo, su papá no solamente aporta dinero para la colegiatura, para su ropa o para su alimentación, porque en esta casa no se trata de proveer, sino de llevar el papel de padre en cada paso y acción que se da.
Y yo soy feliz de tener a mi lado a esa otra parte de la crianza de nuestro hijo; de lograr una balanza con las herramientas emocionales y físicas, valores y ejemplo de vida que papá le da. Yo soy una mamá intensa, preocupona, que pone límites muy claros, súper organizada y fiestera, mientras que papá es más relajado, práctico, concreto y aventurero. Esa combinación de caracteres ha sido una fórmula ganadora.
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En la crianza: ¡ser un papá presente!
Estoy consciente que mi historia, en la que existen las figuras de padres amorosos y presentes, no es la de todas las familias. La ausencia marca drásticamente, por eso, independientemente de las circunstancias que rodeen a nuestras relaciones y familia, los papás y las mamás necesitamos unirnos en torno a la crianza y el bienestar físico y emocional de nuestros hijos e hijas.
A veces, la ausencia de la paternidad llega por una separación, por falta de compromiso o porque no se tuvieron referentes con los propios padres, pero nunca es tarde para reencaminar y tomar conciencia de nuestras acciones. La construcción de una sociedad más justa, incluyente y feliz depende, en gran medida, del amor, del acompañamiento, de los valores inculcados y del tiempo que damos a nuestros hijos e hijas. Tenemos una gran tarea, mamás y papás.
*Nonantzin Martínez es periodista especializada en temas de estilo de vida, crianza, maternidad y gastronomía. Ha sido parte de las redacciones de revistas como Marie Claire, Glamour, Padres e Hijos y Balance, y colaborado en Good Housekeeping México, Cocina Fácil y GQ México. Es aprendiz de fotógrafa y mamá de un niño de 7 años.