En estos tiempos, y en cuanto a la lucha de los derechos de las mujeres y a la búsqueda de equidad familiar, social, laboral, y económica se refiere, existe un mayor pronunciamiento para exigir la aplicación de políticas para el sector público y privado, lo cual ha resultado benéfico para despertar conciencias y combatir diversos tipos de violencia.
Ejemplos de esto, son las peticiones de diversas iniciativas y movimientos laborales y sociales para que tanto padres como madres cuenten con igual número de días por permiso parental en el trabajo, la equidad salarial, entre otras; pese a esto, sería mentira decir que estamos muy cerca de lograr una paridad real y tangible entre hombres y mujeres en los diversos aspectos sociales. La lucha no termina.
Y una de las razones por las que esto es así, y que casi pasa desapercibida (razón por la que no se extingue), son los micromachismos, los cuales hacen referencia a comentarios, gestos y acciones que podrían considerarse pequeñas, pero que violentan contra las mujeres al perpetuar estereotipos, desigualdades y discriminación.
Están ahí, presentes en muchísimas conversaciones y actos cotidianos, pero son sutiles, de manera que pueden sobrevivir ante una sociedad que cada vez soporta menos las demostraciones públicas de machismo.
Los micromachismos pueden detectarse porque violentan el poder de las mujeres, e intenta hacerlas pensar que dependen de alguien más (un hombre) para ciertas actividades que no son consideradas de su “género”; también, porque las reduce a ciertos estereotipos (maternidad, debilidad, etcétera) que limita sus posibilidades en los círculos públicos y privados.
Lo peor del caso, es que no hace falta ser un hombre particularmente violento (físicamente comúnmente) para realizar micromachismos, sino que se trata de una cuestión cultural, en la que muchas veces los hombres reaccionan de esta manera debido a su educación tóxica de género, impulsada por un patriarcado profundamente integrado en las sociedades. Claro que los micromachismos se pueden dar de forma consciente e intencional, pero suele ser más común encontrarse con casos en los que esto sucede de forma “orgánica”, durante una conversación con amigos o con la misma pareja. Estos micromachismos afectan también a los hombres, al reforzar conceptos de masculinidad tóxica.
Ejemplos de esto son frases como:
O acciones, como:
Ejemplos de acciones cotidianas se encuentran en todos lados, lo importante es identificarlas y no permitir que sucedan, poner límites y por sobre todo, ser fuertes.
Dada su aparente naturaleza de “oculto”, los micromachismos producen daño psicológico y emocional en las víctimas a largo plazo, ya que generalmente no se dan cuenta de que padecen de este tipo de agresiones hasta mucho tiempo después, sobre todo en las relaciones, razón por la que también suelen cometerse con impunidad. Los micromachismos dañan la autoestima, disminuyen la capacidad de tomar decisiones e incluso se llega a poner en duda el criterio propio.
Las víctimas son controladas de una forma en la que parece que son “protegidas”, y de esta manera, se perpetúa una forma de violencia que aísla a las mujeres y agrede su confianza personal. Entonces, ante estos casos de micromachismos que encontramos en la calle, en el trabajo, e incluso con nuestros amigos más cercanos o familiares, ¿qué podemos hacer?
En primera instancia, se recomienda alzar la voz y explicar a nuestros círculos cómo estas actitudes son dañinas y por qué. En instancias privadas y públicas, exigir prestaciones y trato equitativo, así como establecer capacitaciones por parte de las empresas para concientizar y evitar la división sexual del trabajo.
Sin embargo, la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres, con base en el trabajo de Victor J. Seidler, profesor de Teoría Social del Goldsmiths College de la Universidad de Londres, admite que mucho del trabajo es para los hombres, que deben revisar los códigos de pensamiento en los que se manejan y por qué, a fin de construir nuevas masculinidades, junto a concientizar sobre la forma en la que se mira el cuerpo femenino, y plantearse una corresponsabilidad frente al sistema, es decir, reconocer que está mal, pero que puede cambiar. Y, si es en tus círculos cercanos que esto sucede, invita a las personas a romper el pacto, es decir, que si ven que alguno de sus amigos, familiares y hombres cercanos actúan con micromachismos, no permitirlo y decírselo, así como alejarse de esas personas si no cambian su actitud.
Por último, recuerda no dejar pasar los micromachismos en pareja, especialmente cuando éste demuestre ciertas tendencias agresivas o dominantes; primero, a fin de no perpetuar estereotipos, y segundo, porque existen más posibilidades de que pueda escalar a otros tipos de violencia más extrema, como la física. Busca ayuda si lo necesitas y comparte esta información con tus amigas y seres queridos, así, entre todas nos cuidamos.
Shelly Moses Laska
Licenciada en Ciencias de la Comunicación y Maestrante del Tec de Monterrey, se ha dedicado por más de 12 años a relaciones públicas para literatura, negocios, emprendimiento, y tecnología, entre otros. En 2016, fundó La Puerta, una agencia boutique de relaciones públicas que, a través de estrategias a la medida, busca dar visibilidad y exposición en medios, a proyectos que contribuyan al crecimiento de nuestra sociedad. Ha apoyado a más de 30 empresas nacionales e internacionales a alcanzar sus objetivos de comunicación.
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