Por Montserrat Martínez Zetina
¿No te ha pasado que tienes la casa llena de gente y te sientes sola cuando toca limpiar y ordenar todo? Por tradición –muy arcaica a mi parecer–, la mujer siempre ha sido la encargada de cuidar niños, limpiar la casa, cocinar, lavar la ropa… en fin, de ser la multiusos por excelencia. Mientras tanto, ¿dónde está el resto de la familia?
En el caso de nuestra pareja, siempre he creído que “hablando se entiende la gente” y que lo más efectivo es hablar y explicarle cómo, de verdad, no nos dan las 24 horas del día multiplicados por los 7 días de la semana para hacer todo para todos y que aún espere que estemos estemos llenas de sonrisas al final del día. Aquí el secreto: pedir ayuda.
No sé a ustedes, pero seguido creo que puedo con todo y que prefiero no molestar a los demás. Pues no, hoy acepto que no puedo con todo y que más vale pedir ayuda temprano que auxilio –o reclamar– cuando ya estoy a dos segundos de explotar.
Los niños son otra cosa, y van cambiando según su edad. Si les pedimos ayuda, puede que nos la den una o dos veces, y que después hagan las cosas a medias o que simplemente no las hagan. Un sistema que me ha servido es el siguiente:
- Colocar una lista de tareas por hijo en un lugar visible. Si tienes hijos pequeños, mientras más colorida, mejor; y si tienes pubertos o adolescentes, con poner una hoja en el refrigerador, es más que suficiente.
- Tomar nota y darles puntos conforme van haciendo las tareas. Un punto por hacer la cama, dos por lavar los platos, etcétera. Y cuando lleguen a los 10 puntos, les das un premio. Puede ser desde un juguetito de cinco pesos que encuentres en la calle, hasta media hora más en la tele o el iPad (aquí depende de los gustos y hábitos de tus hijos, de su edad, y de los límites que tengas establecidos en tu casa).
En definitiva, creo que es muy importante inculcar a los hijos el que se hagan responsables de limpiar y ordenar su propio espacio. Y la mejor manera de hacerlo es no entrando a ordenar sus cuartos, pase lo que pase. Pueden tener un monte Everest de ropa sucia y porquerías tiradas en el piso. No importa, resiste la tentación de hacerlo tú misma. Llegará el momento en el que ellos decidan limpiar.
La casa es de todos, y no debería recaer en una sola persona el bienestar de toda la familia y el hogar. Hoy, a pesar de que estamos casi todo el tiempo en ella, a pesar de la gravedad de la situación, esta crisis puede ser un buen caldo de cultivo para repensar nuestra forma de vivir y consumir, construyendo a través de nuestros hábitos un panorama más amigable con nosotras mismas.
*Montserrat Martínez Zetina es consultora de empresas y amorosa madre de tres increíbles personitas comprometidas en dar lo mejor de sí en todo y hacer del mundo un lugar mejor.