Por Carla Pérez Martínez, Dra. en Psicología Perinatal e Infantil.
Cada vez son más las mamás y los papás interesados en llevar a cabo una crianza respetuosa. Sin embargo, los retos en la maternidad y la paternidad suponen altos niveles de estrés y la constante duda: ¿lo estaré haciendo bien?”, especialmente desde que la pandemia nos confinara en casa.
Cuando nos sentimos sobrepasados por la responsabilidad de ser padres y el ritmo que supone el día a día, solemos desesperarnos más fácilmente, perder los estribos y gritar a nuestros hijos, sobre todo al final del día, cuando todos estamos cansados. Sin embargo, gritar a nuestros hijos de forma habitual puede tener consecuencias negativas en su salud mental y emocional.
Perder la paciencia y gritar es algo que hemos aprendido de nuestra propia crianza. Si nosotras mismas recibimos gritos durante nuestra educación, podemos entenderlo como una forma habitual de manejar momentos de tensión con nuestros pequeños. No obstante, esta no es una razón para continuar haciéndolo.
Un estudio publicado en la revista científica Child Development encontró que gritar produce en un niño o niña consecuencias similares al castigo físico: altos niveles de ansiedad, estrés, depresión y un aumento de los problemas de conducta.
Además:
En un estudio realizado por el Hospital McLean, Harvard Medical School y Northeastern University, se observó cómo el cerebro de los adultos que habían sido víctimas de abuso físico, emocional o sexual durante la infancia que padecieron maltrato en su infancia presentan menos conexiones neuronales, afectando principalmente las áreas encargadas de la regulación emocional y el control de impulsos, aumentando el riesgo de padecer trastornos mentales y recurrir al consumo de sustancias.
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La mayoría de los enfados y los malentendidos en la crianza surgen a partir de la diferencia entre lo que el niño es capaz de hacer y lo que los padres creen que puede hacer. Por eso es importante informarnos, leer y pedir asesoría profesional para contar con más herramientas en la crianza.
En mi experiencia dando asesorías de crianza, una de las estrategias que más llaman la atención y que mejor funcionan es la de “pedir disculpas a nuestros hijos” cuando hemos tenido un mal comportamiento. Contrario a lo que pensamos, pedir perdón a nuestros hijos no nos hace más débiles, sino que estamos siendo más fuertes y asertivos al asumir la responsabilidad de nuestros actos. Además, tus niños aprenderán que nadie es perfecto, que todos nos equivocamos y que es importante corregir.
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Cuando gritamos es porque hemos agotado nuestras herramientas para la crianza, porque ya no sabemos qué más hacer. Asumir que no puedes con todo y buscar apoyo es un acto de valentía, es romper con el ideal de madre perfecta y reconciliarse con la mamá real.
* Carla Pérez Martínez es doctora en Psicología Perinatal e Infantil. Se especializa en acompañar a madres y a padres durante el embarazo, los primeros días del bebé y crianza. Recientemente trabajó en el programa de intervención temprana en Boston, Estados unidos, brindando atención psicológica a familias cuyos bebés presentaban algún tipo de dificultades en el desarrollo, prematuridad, o alguna condición médica. Es Fundadora de Psicología con bebés.
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