Hablar de la maternidad con verdad es un acto valiente. Porque más allá de las fotos tiernas y los momentos inolvidables, hay también noches interminables, dudas que duelen y, sobre todo, una compañera silenciosa que muchas mamás llevan a cuestas, hablamos de la culpa en la maternidad.
La culpa es esa sensación que aparece cuando no llegamos a todo, cuando no sentimos lo que se supone que deberíamos sentir, cuando simplemente somos seres humanos. En esta nota, queremos compartirte un poderoso texto de Sandra Elisa Roch, fundadora de “SER By Panterita”, una plataforma de crecimiento personal y espiritual.
En este texto, Sandra Elisa nos cuenta acerca de su experiencia personal como madre y cómo aprendió, paso a paso, a soltar esa culpa en la maternidad que tanto pesa y con la que quizás tú también estés cargando.
La culpa en la maternidad (y cómo aprendí a soltarla)
La primera vez que la sentí fue minutos después del parto.
Ahí, en ese instante sagrado en el que una se supone que debería estar llena de luz, yo solo quería dormir.
Estaba agotada. Dolorida. Abrumada.
Tenía a mi bebé en brazos y una mezcla de euforia con cansancio sobrenatural en el cuerpo.
Y sin embargo, apareció la culpa.
Esa voz bajita que nos han sembrado en generaciones de mujeres.
Que nos dice que deberíamos estar radiantes, perfectas, llenas de amor infinito.
Pero ¿y si no? ¿Y si solo quería dormir?
La segunda vez fue a las 3:00 a.m.
Mis pezones sangraban, me dolía todo.
La lactancia no me salía natural.
Pensé: ¿y si no soy buena en esto?
Y de nuevo, la culpa.
Me repetía lo que decían las asesoras: “toda mujer puede”.
Y me obligaba a levantarme, aunque el cuerpo dijera lo contrario.
Así empezó a crecer la mochila invisible que muchas cargamos: la culpa de no hacerlo todo perfecto.
Hasta que un día, ya no pude más.
Me senté en el suelo y me solté a llorar.
Porque hiciera lo que hiciera, siempre había una razón para sentir que fallaba.
Entonces escuché una frase que me transformó:
“Hacemos lo mejor que podemos con lo que tenemos, y eso está bien.”
La repetí. Una y otra vez.
Y con cada repetición, la mochila pesaba menos.
Dejé de sentirme culpable por el lunch que dejé en la casa.
Por no levantarme a tiempo para ir a la escuela.
Por no ser una mamá de revista.
Y no fue una excusa. Fue un acto de compasión.
De mirarme con ternura.
De cambiar esa voz interna que me juzgaba por una que me animara.
Ya basta de sentir culpa en la maternidad, de sentir que tenemos que ser perfectas y, si no lo logramos, sentirnos insuficientes.
Porque si lo hago con amor, con honestidad, con presencia, entonces sí: estoy haciendo lo mejor que puedo, y eso está bien.
Y tú también, lo estás haciendo bien.

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Tú también, ¡vence la culpa!
Como ves, soltar la culpa en la maternidad no significa dejar de esforzarte ni ignorar tus responsabilidades. Significa mirarte con amor, reconocer que eres suficiente incluso en los días más caóticos, y recordar que tus hijas e hijos no necesita una mamá perfecta: necesitan una mamá real, presente, que se permita caer y levantarse.
Si hoy estás cansada, si te sientes abrumada o si esa vocecita crítica no te deja en paz, respira hondo y recuerda las sabias palabras que nos compartió Sandra Elisa Roch: “Estás haciendo lo mejor que puedes. Y eso, de verdad, está bien”.