Los primeros en desarrollar el concepto de inteligencia emocional fueron los psicólogos estadounidenses Peter Salovey y John D Mayer. En 1990, los autores publicaron un artículo en el que definieron el término como “la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud”.
En 1995, el periodista del New York Times, Daniel Goleman, publicó un libro que se convirtió en bestseller mundial y que puso el concepto en boca de todos. Dos años después, en el 97, Mayer y Salovey refinaron su definición para enfocarse en cuatro habilidades relacionadas con las emociones:
Percibir: La capacidad para supervisar los sentimientos y las emociones de uno mismo y de los demás.
Comprender: La adquisición del conocimiento emocional, identificar por qué se producen las emociones, qué las catapulta y cómo se expresan con exactitud.
Usar: La habilidad de discriminar entre los sentimientos y de usar esta información para orientar la acción y el pensamiento propios.
Manejar: La habilidad para regular las emociones, el autoconocimiento y el autocontrol.
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Por qué es importante la inteligencia emocional
De acuerdo con Luz María Peniche Soto, psicoanalista, autora del libro Entender las emociones, una guía para criar hijos sanos y seguros, las personas que logran desarrollar su inteligencia emocional “disminuyen su ansiedad, estrés, indisciplina y comportamientos de riesgo, además de que aumentan su tolerancia a ña frustración, su resiliencia y su bienestar”.
A inicio del siglo XXI la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), puso en marcha programas de aprendizaje emocional en las escuelas y midió los resultados antes y después de los cursos.
La conclusión fue tajante, sí se puede modificar la manera en que las personas procesan, interpretan y manejas sus emociones.
“Curiosamente los países que siguieron impulsando esos programas son industrializados y tienen gran crecimiento económico, lo que de alguna manera indica que la inteligencia emocional no solo tiene repercusiones en la salud mental, sino también en el éxito profesional y económico de la gente”, explica Luz María Peniche.
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Cómo enseñar inteligencia emocional a los niños
Piensa en la inteligencia emocional como ser consciente de los sentimientos, poner atención a ellos para adaptarse al medio y beneficiarnos tanto nosotros mismos como a los demás.
Mayer y Salovey proponen un modelo para identificar y trabajar las cuatro ramas de la inteligencia emocional:
1 Percepción de las emociones
Ayuda a tu niña o niño a identificar emociones propias y ajenas. No solo con las palabras, también con gestos, posturas, tono de voz, conductas e incluso el arte. Cuando él mismo esté experimentando una emoción, haz que la reconozca. Pregúntale: ¿Qué sientes?
Haz que te exprese con todas sus letras el nombre de la emoción. ‘Estoy enojado, aburrido, confundido”, “Tengo miedo, pena”, “Estoy feliz, emocionado, intrigado”.
Recuérdale que ninguna emoción es mala y que al identificarla, puede controlarla.
- Comprender las emociones
Una vez que sabe nombrarlas, ayúdalo a que analice el por qué de esa emoción. Es decir, qué relación hay entre esa palabra que define lo que siente, con lo que le está sucediendo. “Por ejemplo, reconocer que si sentimos tristeza es porque tuvimos una pérdida”, dice Peniche.
En este punto también se incluye la capacidad de reconocer cambios entre emociones. Es posible pasar de la tristeza al enojo, de la frustración a la ira, de la alegría al llanto. - Facilitar el pensamiento
Las emociones intensas pueden bloquear nuestra capacidad de pensar, es por ello que necesitamos ‘tomar distancia’ y calmarnos un poco para tomar mejores decisiones. Cuando somos capaces de hacer ese alto, podemos reflexionar mejor y solucionar el factor que catapultó esa emoción.La capacidad de postergar los impulsos, regular los estados de ánimo, manejar la angustia, también se aprende. ¿Cómo? Pregúntale qué haría si fuera otra persona, cómo aconsejaría a esa otra persona para resolverlo. Alejándose, será más fácil encontrar solución.
- Manejar las emociones
Cuando aprendes a distanciarte de la emoción puedes darle perspectiva, calmar las negativas, potenciar las positivas sin reprimir ni exagerar. En este punto es posible utilizar las emociones para guiar y facilitar nuestra conducta. Cuando usas las emociones como impulso facilitas la creatividad, por el contrario, cuando las reprimes, sobreviene un estado depresivo que bloquea el pensamiento.
Sin duda la inteligencia emocional es un tema muy interesante y que todos debemos inculcar en nuestros pequeños.
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