Para los chiquillos es complicado, vaya, casi imposible entender la ironía y el sarcasmo porque no tienen la madurez para descifrar la intensión comunicativa, es decir, aún no cuentan con herramientas suficientes para interpretar el mensaje, es por eso que los niños no reconocen el sarcasmo.
El sarcasmo nuestro de cada día
¿No pudiste ensuciar también la sala?, fue la pregunta que le hizo la mamá al pequeño Diego, de 3 años, al salir cansada de la cocina después de lavar una gran pila de platos. Dieguito, un poco incrédulo, se dirigió a una maceta en la sala y comenzó a tirar un poco de tierra por aquí y por allá, mientras su mamá no podía creer lo que estaba sucediendo.
El sarcasmo consiste en decir lo contrario a lo que se quiere dar a entender, empleando un tono de voz o gestos que insinúan que debemos interpretar el mensaje.
Todos usamos la ironía y el sarcasmo en nuestra vida cotidiana:
- Si el pan no engorda…
- Ya te oyeron en China…
Y su característica es que tiene un rasgo importante de burla. Es una manera un tanto cruel que puede ofender o ser un tipo de maltrato hacia quién va dirigido, es por eso que los niños no reconocen el sarcasmo.
¿Cómo funciona la comunicación?
La comunicación consiste en transmitir e intercambiar mensajes entre dos personas. Para que Dieguito reciba el mensaje que su mamá le está mandando, el pequeño (dada su edad) necesita, por lo menos:
- Un código: las palabras y los gestos
- El canal de comunicación: la voz
- El contexto: las circunstancias, el espacio físico
Hasta ahí “todo bien”, si me permites el sarcasmo. Dieguito obedeció la invitación de su mamá para agrandar su campo de juego, sin embargo, la comunicación también implica la participación de distintas habilidades lingüísticas, sociocognitivas y comunicativas, donde intervienen aspectos del desarrollo cognitivo como la comprensión del lenguaje y del mundo social que nos rodea.
Esto también le ocurre a algunos adultos que están diagnosticados dentro del espectro autista, caracterizado por la literalidad del mensaje.
“El autismo (también trastorno del espectro autista) constituye un grupo de afecciones diversas relacionadas con el desarrollo del cerebro; las características pueden detectarse en la primera infancia, pero, a menudo, el autismo no se diagnostica hasta mucho más tarde”.
La The British Psychological Society (Sociedad Británica de Psicología) sugiere que un niño empieza a entender las ironías a partir de los 6 años, pues implica desarrollar habilidades y dependerá también de la complejidad del mensaje y las pistas que tenga para poder descifrarlo correctamente, “¿así o te lo explico con manzanitas?”.
Edad, contexto y por qué los niños no reconocen el sarcasmo
Hay momentos y lugares que ayudan al niño a entender un comentario sarcástico. Por ejemplo, la escuela o un equipo deportivo son grandes maestros. Si en un juego de basquetbol, por decir, ya para ganar el campeonato escolar el peque falla al encestar la pelota y el compañero de equipo le dice algo como “bien, muuuuuy bien”, el pequeño que falló entenderá que más allá de elogiarlo, le están reprochando haber perdido el partido.
Comunicación verbal
Hay elementos de la comunicación no verbal que ayudan a comprender el sarcasmo, pero que los niños más pequeños no entienden: el tono de voz, los gestos y el mismo contexto. En forma juguetona un adulto podría pedirle a un niño que no grite diciendo: “Habla más fuerte que no te escucharon bien en la Conchinchina”; en esta situación el pequeño puede confundirse y no entender que le están pidiendo que baje la voz, puesto que el contexto es de jugueteo y eso cambia todo.
Para comprender el sarcasmo también necesitamos desarrollar la capacidad de entender la conducta de los demás, su intensión y estado emocional.
Esto implica desenmarañar lo que el otro tiene en la cabeza y, por lo tanto, qué quiere comunicarnos en realidad. Los niños desarrollan esta capacidad paulatinamente y llegan a confundir su propio conocimiento con el de las otras personas, por lo que fallan en sus predicciones y sacan malas conclusiones.
El sarcasmo es muy común pero es un verdadero desafío para los niños. Nosotros, los adultos, nos basamos en dos indicadores para poder reconocerlo: el contexto y la entonación. Los niños mayores de 6 años pueden reconocer diferentes entonaciones, y tal vez por ahí es por donde pueden empezar a reconocerlo. pero es un hecho que los niños pequeños no reconocen el sarcasmo.
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