Hablar de pérdidas en cualquier etapa de la vida es difícil, pero cuando son pérdidas que se experimentan en la infancia el tema es un poco más complejo. Los adultos tenemos la idea de que ese mundo color de rosa que viven los peques no debe ser manchado con noticias o temas dolorosos, sin embargo, es inevitable, la vida tiene sus bemoles y sí, los niños experimentan duelo.
El duelo es la respuesta que tenemos ante una pérdida, el proceso que vivimos para entender y asimilar dicha pérdida y hacerla parte de nuestra vida, es entonces cuando el duelo termina, de tal modo que no hay tiempo definido en cuanto a la duración de este proceso, ya que es único e individual. No se trata de un trastorno emocional ni mucho menos de una enfermedad.
Para que lo puedas entender mejor, el manual Hablemos de duelo, de Patricia Díaz Seoane, nos explica que es posible identificar cuatro momentos importantes durante este proceso cuando es resultado del fallecimiento de un ser querido:
Es fundamental comprender que no solo la muerte nos enfrenta al duelo, en realidad este se presenta ante cualquier tipo de pérdida:
En este sentido, la psicóloga Selene Portilla Fabián nos dice que, el duelo es la pérdida de un objeto libidinal y este objeto incluye afectos y sentimientos, es decir, que ese objeto proporciona placer y seguridad en el mundo personal.
Así que ante el cuestionamiento sobre si los niños experimentan duelo, la respuesta sensata y correcta es un sí rotundo. Ellos son tan humanos como cualquiera y desde el momento de su nacimiento comienzan a experimentar pérdidas.
¿Has considerado lo que significa para un babé dejar el vientre materno, en donde habita seguro y sin tener que esforzarse ni por respirar? Y de ese modo, durante el desarrollo de todo ser humano la pérdida se vuelve una constante.
“Cómo entiende el niño una muerte en particular depende de las referencias que haya tenido de sus papás, de cómo enfrentan ellos la muerte y cómo lo manejan, eso es lo que va a determinar cómo vaya asimilando el niño el concepto de la muerte; depende completamente de la mentalidad del papá”.
Psicóloga Selene Portilla Fabián
Platicamos también con la psicóloga Virginia Chávez, académica e investigadora en la Universidad Cristóbal Colón de Veracruz, y ella lo explica de la siguiente manera: “Definitivamente el niño va a aprender qué es la muerte a partir de como papá o mamá vivan esa experiencia y cómo le enseñan a vivirla. Además, como padres debemos transmitirle que, así como identificamos el nacimiento de un ser humano tenemos que identificar y aceptar que la muerte es parte del proceso de la vida y si papá y mamá lo entienden, será mucho más fácil que el niño lo viva así”.
Por su parte, Selene continúa: “A los niños a los que les queda más claro el proceso de la muerte son los que viven con una enfermedad terminal, ellos lo van entendiendo que de acuerdo con el proceso de la enfermedad pues enfrentan cambios físicos y saben que hay días en los que se sienten bien y otros en los que no. Van a experimentar cambios y ellos aprenden más alrededor del proceso de la muerte porque lo viven en ellos mismos”.
Otro aspecto muy importante es que el niño reaccionará ante una pérdida de acuerdo con la importancia que esta tenga en su vida.
Si hablamos de duelo de muerte también tiene mucho que ver cuánto tiempo convivieron con esa persona. No es lo mismo experimentar la partida de un abuelo que vive en la misma casa o al que ven frecuentemente que la de un abuelo que vive en otra ciudad o con el que no conviven. Al niño le afecta perder lo que forma parte de su entorno cotidiano”.
Psicóloga Selene Portilla Fabián
Es por eso que los niños pueden sufrir más la pérdida de su mascota o de su libro favorito que la muerte de un familiar que para ellos no es cercano.
La Dra. Virginia nos responde que “el desarrollo de cómo va pensando el niño es diferente en la primera infancia, que va de los cero a los tres años, de 3 a 6 es la segunda infancia y la niñez es de 6 a 12.
Entonces, primero, es muy importante identificar en qué etapa está el niño para que enfrente o que tenga estrategias diferentes para entender y para vivir un proceso de duelo.
Por ejemplo, para los niños de 3 a 6 años es fácil aceptarlo porque no alcanzan a dimensionar lo que significa: ya no está aquí, porque ellos pueden pensar que lo van a seguir viendo en sus sueños, creen eso porque tienen un pensamiento donde la imaginación es fundamental, es parte de su desarrollo.
En cambio para un niño de 9 o 10 años el vivir un proceso de duelo o enfrentar una muerte es diferente, ellos lo entienden de una manera más parecida a como lo entiende un adulto, sin embargo, el significado no es el mismo porque el niño no tiene vivencias ni creencias, las está aprendiendo”.
Basándonos una vez más en el manual Hablemos de duelo, de Patricia Díaz Seoane, las etapas se pueden dividir en:
Hay algo que es un hecho, debes tratar a tu hijo con respeto y siempre decirle la verdad de acuerdo con la edad que tenga. Recuerda que es pequeño, no incauto, es un ser humano pensante y con toda la capacidad y el deseo de comprender cómo es la vida y el mundo en que vive.
La psicóloga Virginia asevera que, “como padres tenemos miedo de hablarle a nuestros hijos sobre la muerte y el duelo porque pensamos que ellos van a sentir o van a pensar muy similar a nosotros y no es así, la realidad es esta: nosotros vamos creando un contexto alrededor de la muerte de acuerdo con nuestras vivencias, y nuestros niños no tienen las mismas; es lo que van enseñando mamá o papá acerca de la muerte lo que se las va construyendo”.
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