Todos lo sabemos, vivir bajo el mismo techo con otro ser humano no siempre es sencillo, ni siquiera cuando se trata de integrantes de la misma familia, bueno, quizá en este caso menos que en otros. Si se considera eso de que cada cabeza es un mundo, como tal, cada uno debe permanecer en su misma orbita para evitar una colisión desastrosa, por ejemplo, que los hermanos se enreden en conflictos tales que desemboquen en bullying; en agresiones y abusos que vayan más allá de la rivalidad fraternal.
También es sabido que los humanos somos seres gregarios, es decir, que necesitamos vivir en grupos, la interacción social es algo que necesitamos, así que, aprender a convivir con otras personas se vuelve indispensable. La tolerancia, empatía y solidaridad son cualidades que es conveniente desarrollar para poder llevar una vida apacible.
¿Conoces alguna familia que tenga una vida apacible? Ese es un concepto que, me atrevo a decir, es utopía pura. En las familias puede haber muchas cosas, pero la paz no es una de ellas, o al menos una paz permanente. Pensemos en los cuentos infantiles, esos que terminan con la boda del príncipe y la princesa y el clásico “y vivieron felices para siempre”, quizá sería bueno poner (aunque sea en letras pequeñitas) que “siempre” dura hasta que el segundo hijo llega.
Con la llegada del primogénito esa felicidad se magnifica, y no digo que con los hijos subsecuentes no sea así, ¡al contrario! Todos los papás afirman que cada hijo es una razón más para ser felices, el problema no es entre padres e hijos sino entre hermanos, ¿lo habías pensado? Cuando llega a casa un segundo o tercer hijo la dinámica familiar cambia, y quizá quienes más lo resienten son los hermanos mayores. Así que debemos estar muy atentos para que no suceda una situación de bullying entre hermanos.
Se reconoce así a las emociones que despierta la llegada de un nuevo hermano (y que podría causar bullying); ya que esta genera necesariamente variaciones en la dinámica de una familia, lo que afecta a los hermanos en diversos grados. Con un nuevo bebé naturalmente disminuye la atención que antes se le prestaba al niño mayor, lo que lleva a una inevitable rivalidad.
Para un niño acostumbrado a ser el centro del universo de sus padres, renunciar a esa posición puede ser un proceso difícil e incómodo, sin embargo, es una parte esencial de la maduración de todos los “príncipes destronados”, ya que aprenden a navegar por las complejidades de compartir el afecto de sus padres con su nuevo hermano.
Los niños a menudo experimentan sentimientos de celos, inseguridad e incertidumbre cuando un nuevo hermano ingresa a la unidad familiar. Pueden temer que sus padres los quieran menos y la llegada del nuevo bebé puede hacerles sentir que ya no son los protagonistas de su familia; es una reacción común y comprensible del desarrollo infantil.
Sentirse desplazado por un nuevo miembro de la familia puede causar rivalidad entre hermanos a cualquier edad, o peor aún, que comience el bullying; esto no se limita solo al hijo mayor. Es un instinto natural que llevamos en los genes, una cuestión de supervivencia, si el adulto desvía su atención hacia otro ser entonces la seguridad del hermano mayor está en riesgo, recuerda que los humanos dependemos de los mayores prácticamente durante toda la infancia y la adolescencia, o sea, durante mucho tiempo.
Y la naturaleza actúa, con el tiempo la ley del más fuerte parece ser la que rige a las familias. Conforme los chicos crecen se van formando y consolidando sus personalidades, las peleas y discusiones son cosa de todos los días, y todo se reduce a querer tener más de todo: atención y amor de los papás, espacio en la recámara, juguetes, ropa, etc. y esto puede derivar en situaciones verdaderamente descontroladas.
¿Cuál es la diferencia entre el acoso sucedido en la escuela y el que ocurre dentro de la casa familiar cuando los hermanos se hacen bullying? La respuesta directa y concreta es que no existe diferencia alguna, el acoso es el mismo, solo que la tendencia es suavizarlo (por decirlo de algún modo) cuando se da entre hermanos, lamentablemente es una situación que se ha normalizado al punto en que no se ve como algo delicado o que requiera atención, y no debe ser así.
Ver la situación de manera simplista como una normal y aceptada rivalidad entre hermanos puede fomentar que la problemática crezca al mismo ritmo que los hermanos crecen, con lo que sentimientos como el rencor pueden llegar a instalarse en la víctima, haciendo que su vida sea inestable e incluso miserable.
Las Universidades de Oxford, Warwick y Bristol y el University College de Londres, en Inglaterra hicieron un estudio para determinar si el abuso entre hermanos provoca los mismos daños psiquiátricos que el acoso escolar. El resultado indicó que “los niños que dijeron que habían sido intimidados por un hermano varias veces por semana eran dos veces más propensos a tener depresión, autolesionarse y sufrir ansiedad”.
Lamentablemente, cada día es más común saber de los efectos devastadores que el abuso o bullying infantil generan como chicos que se quitan la vida o peleas que se salen de control y que terminan en homicidios y menores privados de su libertad… ¿puede suceder esto entre hermanos? Me gustaría decir que no, pero la realidad es que la mente humana es, en ocasiones, impredecible y cuando el enojo se transforma en furia y desesperación cualquier cosa puede suceder.
Lo ideal es que, como padres, ante cualquier aviso de rivalidad, abuso o bullying entre sus hijos, actúen y hagan lo necesario para frenar esas conductas exactamente de la misma manera que lo harían si se tratara de un compañero de la escuela o un vecino, nadie debe tener permiso para tratar mal a otra persona, mucho menos cuando se trata de hermanos.
Es necesario que no se ignoren las señales de que un pequeño está desarrollando el llamado síndrome del príncipe destronado, que puede ser el principio de una relación ríspida entre hermanos:
Ningún tipo de abuso debe ser permitido, corresponde a los padres de familia fomentar relaciones armoniosas entre todos los integrantes de la misma, como dice una amiga mía: no se puede obligar a querer a nadie, pero sí a respetar a todo el mundo. ¡Síguenos en nuestras redes sociales! Te esperamos en Facebook, Twitter, Instagram y Pinterest.
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