Dicen que nadie nace sabiendo ser padre y es una realidad. Vivimos en una constante dualidad. Por un lado, mamás y papás debemos salir a buscar el sustento. Nuestras ocupaciones se han incrementado, estamos en un huracán constante de deberes. Por el otro extremo, nuestros hijos nos necesitan. En este ir y venir de actividades cometemos mil y un errores de crianza que podemos evitar.
La clave es identificar las fallas para tratar de corregirlas. Si bien nadie está exento de equivocarse, lo principal es darnos cuenta de esas áreas de oportunidad, sobre todo no caer en los excesos y brindar a nuestros hijos tiempo de calidad.
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De acuerdo con Verónica Gutiérrez, fundadora y directora general de Parenting Global, plataforma dedicada al acompañamiento y asesoría en temas de paternidad, maternidad, crianza y bienestar infantil, ser una mamá o papá worhaholics es cada vez más común, pero no todo el que trabaja se vuelve adicto a sus labores.
“Podemos trabajar por necesidad o porque nos gusta y eso no nos convierte en workaholics. Un adicto al trabajo es quien pone su trabajo por sobre su salud, su tiempo libre y su familia”, explica la experta.
El hijo de la mamá o el papá workaholic siente que a pesar de que sus padres cumplen sus necesidades alimenticias y económicas, no están satisfaciendo la parte emocional. “Hay una falta de nutrición emocional que les deja un gran vacío”
El mensaje que se les da a los niños es que no son suficientemente importantes, eso les duele, se sienten aislados. El niño buscará llamar la atención como pueda.
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Otro error que tenemos muy “normalizado” es el de comparar a los hijos con sus propios hermanos, amigos, primos o incluso desconocidos.
“Desde que recuerdo mi mamá me ha comparado. Por más que le echaba ganas en la escuela siempre había otra niña que era mejor. Eso me marcó y hoy cuando tengo que luchar por algo importante vienen a mi mente frases hirientes y me bloqueo”, explica Mónica Luna, de 32 años.
Algunos papás tienen la creencia errónea de que al comparar a su hija o hijo lo están motivando. A veces piensan que con esto adquirirán la habilidad o conducta que ellos consideran “admirable” o, en su defecto, intentan que “saquen coraje” y les “callen la boca” mejorando.
Sin embargo, el efecto es todo lo contrario. Cuando la comparación se produce con el hermano o algún miembro de la familia ocasiona celos y un clima de competencia que afectará la relación entre ellos para toda la vida. A la larga habrá rencor y resentimiento.
El niño que es comparado constantemente sufre consecuencias graves:
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Para el psicólogo clínico Seth Meyers, autor del blog Perfeccionismo en gente joven, otro error de los padres que podrían “arruinar” la vida de sus hijos es buscar la perfección de forma irracional.
Este tipo de actitud suele acompañarse por críticas constantes, recordarles sus errores una y otra vez, o que sus logros no sean suficientes.
Si bien hay que inculcar disciplina y llevar a que los niños desarrollen lo mejor de sí, exigencias extremas, que no están de acuerdo a su edad o capacidades, se convierten en una carga muy pesada para los niños.
El peor error de todos. Los padres autoritarios o que utilizan el castigo físico para reprender infunden miedo, no amor.
El Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos indica que cuando los golpes, humillaciones o insultos forman parte de la crianza diaria, los niños corren grave riesgo de tener problemas de salud mental y física a largo plazo.
Los más pequeños comenzarán a tener regresiones como mojar la cama, chuparse el dedo, llorar con más frecuencia o problemas de sueño. Los niños en edad escolar se sentirán culpables, tendrán problemas de autoestima, no tendrán ganas de participar en actividades escolares y se aislarán. En el caso de los adolescentes es posible que se tornen violentos, se involucre en comportamientos riesgosos o descuiden sus estudios.
Estos no son los únicos errores que cometemos los padres en la crianza de los hijos. De hecho la paternidad es una constante prueba y error. Es posible que nosotros mismos hayamos sufrido este tipo de crianza. Si bien no podemos cambiar la forma como nos educaron, sí podemos modificar el patrón y evitar hacerles daño a nuestros hijos.
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