En la práctica de yoga con niños y niñas no se busca la perfección en las posturas, sino que se diviertan y muevan su cuerpo. Se trabaja la flexibilidad, el equilibrio y la coordinación, pero también la mente, que a su vez ayuda a la concentración. En realidad, las niñas y los niños son los maestros.
Al ejercitar esta disciplina desde edad temprana, los pequeños potenciarán su capacidad innata de asombrarse y de valorar lo que les rodea, así como de mantener viva su curiosidad en todas las etapas de su vida, señala la maestra Patricia Andrade, fundadora de Vedana Yoga.
Sugiere comenzar a practicar yoga a partir de los tres años de edad. Cualquier niña o niño podría hacerlo, incluso aquellos con alguna condición o discapacidad, pues esto no es una limitante. “Cuando los niños se vuelven conscientes de su respiración, aprenden a cuidar su cuerpo, su mente y sus emociones”, asegura Andrade.
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Hay estudios de yoga y niños con autismo que han encontrado que esta práctica los tranquiliza, refiere nuestra experta con más de 10 años de experiencia: “los mantras (cantos) ayudan a que se relajen, y la música suave y repetitiva hace que no se distraiga la mente”.
En esta práctica que requiere de trabajo físico, los niños gastan energía, y eso les permite canalizar el enojo o la ira, manejar el estrés y la frustración, y lograrán estar en contacto con sus emociones y externarlas de una manera más constructiva.
A través de la respiración, se busca que los niños reconozcan sus emociones: enojo, tristeza, alegría, pues al respirar mejor “vamos a poder cambiar nuestro estado de ánimo. Calmar la mente y liberarnos del estrés”, añade Andrade.
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Esta actividad se puede realizar en casa o en el parque. El único requisito es procurar un espacio en donde tus hijos puedan estar en silencio y sin distractores e interrupciones, así como evitar que la televisión o el radio se encuentren encendidos.
Por lo regular, las clases de yoga para pequeños duran entre 30 y 45 minutos. No se dicen los nombres formales de las posturas, sino que se habla de la postura de la rana, del árbol, de la cobra, del león, etcétera: “se trata de irlos introduciendo con su entorno y enseñarlos a que lo respeten y sean empáticos; que sean compasivos con los animales y con las plantas”, agrega Patricia Andrade.
A diferencia de los deportes de competencia, el yoga es una actividad en la que los niños tendrán desafíos, pero con ellos mismos. En cada clase lograrán nuevas metas y aprenderán a conectarse con su interior, a ser pacientes y perseverantes.
Poco a poco, al lograr las posturas, niñas y niños aprenderán a conocerse ellos mismos y a mejorar su autoestima y su confianza. “Necesitamos más personas conectadas, conscientes y compasivas. Y en eso nos ayuda el yoga”.
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