Todos los niños hacen berrinche y esto es normal

Por Nonantzin Martínez

Nadie nos dice, antes de pensar en tener hijos, que todos los niños y niñas vienen con berrinches incluidos. Sí, ¡todos! Y la razón por la que ninguna familia se libra de ellos es porque son parte normal de su desarrollo. Como mamá de un niño de siete y tía de varios sobrinos más pequeños, me atrevo a decir que los berrinches son uno de los grandes desafíos de la crianza. Pero nada que no se pueda superar.

También conocidos como rabietas, estos iniciarán a partir del primer año y serán inevitables en algún momento de la vida, nos dice la maestra en Terapia Familiar Lily Daniel, de la clínica de salud y liderazgo emocional, mindfulness y coaching Descübriendote. Su aparición no es mero capricho: es un indicador de que “el niño ya se da cuenta que existe un entorno, al cual se está involucrando de manera activa con todo y todos los que lo rodean”.

Si bien los berrinches pueden iniciar desde el primer año de vida, lo más común es que se presenten entre los dos y nueve años de edad, aunque se espera que vayan disminuyendo hacia los cuatro o cinco, cuando los pequeños ya tienen un nivel de lenguaje que les permite comunicar lo que necesitan, señala la terapeuta.

¿Qué es exactamente un berrinche?

Es una emoción desbordada derivada de sentimientos de alta frustración, enojo, impotencia,  falta de atención y ansiedad, que aparece cuando el niño o la niña quiere externar algo que quieren o necesitan. 

En su búsqueda por ser complacidos para saciar necesidades básicas, surgen estas grandes manifestaciones, pues aún no cuentan con las herramientas emocionales necesarias para entender, por ejemplo, que no siempre será posible que papá o mamá le compren un dulce o un juguete en la vista al supermercado.

La terapeuta Lily Daniel menciona que los motivadores más frecuentes para que se presente un berrinche, además del clásico “querer que le compren algo” al pasar por una juguetería, son:

  • No querer seguir horarios y tiempos, por ejemplo, el de la comida, cuando toca el baño, irse a la cama, despertar para ir a la escuela o cuando tienen que compartir materiales con algún hermano, entre otros.
  • En los más grandecitos, no querer realizar sus deberes, como recoger su cuarto, limpiar su lugar de trabajo, ayudar a poner la mesa, etcétera.
  • En el plano emocional, buscar que sus padres le presten mayor atención en el momento que ellos quieren.
  • El cansancio a lo largo del día, el aburrimiento y el deseo de hacer alguna otra actividad.
  • Tener hambre.

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No todos son iguales

Una amiga me contaba que su hija, de cuatro años, le hizo un gran berrinche afuera de una tienda porque quería que le compraran, justamente, un juguete. La chiquita se tiró al piso y la gente las miraba y murmuraba. Ella no perdió el control y logró tranquilizar a la niña… después de 30 minutos. La historia de otra conocida es distinta, pero también muy frecuente; cuando salían a comer a algún restaurante, su hijo de tres años, apenas terminaba de comer, ya quería irse a casa, y la única forma de tranquilizarlo era dándole el celular. 

La presencia de los berrinches marca la pauta de que el niño ya se da cuenta que existe un entorno y se va involucrando de manera activa con todo y todos los que lo rodean.

Historias hay miles, así como niveles de intensidad de estas emociones; esto dependerá de la calidad de respuesta que den los padres y el entorno, dice la experta Lily Daniel: “papás y mamás tienen que ir detectando el origen y motivo del berrinche, e ir modelando las respuestas que les darán a sus hijos e hijas para lograr la comprensión del mensaje”. 

Hay adultos que prefieren no hacer caso a la rabieta para evitar involucrarse o, por el contrario, entran en una dinámica de sobreprotección y deciden hacer todo lo que el niño quiere. En ambos casos, los berrinches continuarán y aumentarán de nivel hasta edades más tardías.

Entender que la etapa de berrinches es parte de la evolución de niños y niñas y que, por lo tanto, debemos atender sus necesidades y llevarlos poco a poco a que encuentren la manera de reconocer y verbalizar sus sentimientos y necesidades, nos facilitará el camino de la crianza y el acompañamiento emocional de nuestros hijos e hijas”, apunta la experta.

Pero, ojo con esto, alerta Lily Daniel: “los berrinches pueden ser una conducta condicionada por parte de ambas partes, padres e hijos. El niño o niña se da cuenta que con este modelo de actuaciones puede acceder a cosas o a actividades que de otra manera sus progenitores les negarían”.

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Cómo actuar ante un berrinche

  • Voltea a ver qué está sucediendo, manteniendo la compostura, sin importar si tu hijo o hija esté gritando o pataleando.
  • Busca tener contacto visual con ellos para tratar que se calme un poco. Cuando vaya cediendo, intenta que te escuche. Usa una voz tranquila, sin gritos, para intentar que entre en razón y se preste al diálogo.
  • Si entras en desesperación, el niño o niña se pondrá más nervioso.
  • Si se logra calmar, inicia un diálogo tratando de que sienta que sí es escuchado y atendido. Busca que exprese, aunque sea en sus medias palabras, las razones de su berrinche.
  • Cuando se tranquilice explícale, en palabras cortas y simples, las razones del por qué no puede dársele o hacer lo que él está solicitando.
  • Es importante ir ubicándose en un lugar tranquilo, donde se pueda dialogar, y ambos, niños y padres, no se sientan vulnerables por sentirse observados y juzgados.
  • Finalmente, toma el control de la situación y hazle ver que esa no es la manera de conseguir las cosas.

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No pierdas de vista el entorno

Muchas veces son las situaciones que rodean al niño lo que provoca el berrinche. Mantente alerta para tomar acciones.

  • Puede ser que se encuentren en un lugar donde exista mucho ruido y con una sobre estimulación sensorial, como una reunión familiar o una fiesta infantil.
  • El niño puede angustiarse o enojarse por querer realizar alguna actividad que ve en otros niños y que él no puede resolver.
  • Cuando tiene dificultad por la emoción de poder comunicar sus sentimientos en ese momento.
  • Cambios bruscos en hábitos y rutinas.
  • Situaciones dolorosas, así como ausencia prolongada de seres queridos y pérdidas.

En muchos casos, se pueden prevenir

Intenta prevenir que llegue la rabieta. Para ello, UNICEF recomienda:

  • Distraer y cambiar el foco de atención. Por ejemplo, si un niño está alrededor de una mesa y quiere agarrar el celular de un adulto para jugar, una buena idea es quitar el celular de la mesa y ofrecerle un juguete u otro objeto alternativo para que juegue.
  • Elegir algo. Si la situación lo amerita se les puede dar la posibilidad de elegir. Puedes decirle, ¿quieres bañarte antes o después de comer?
  • Evitar una situación. Cuando ya conoces las situaciones que los frustran demasiado y desbordan, lo mejor será evitarla hasta que logren enfrentarla de otra manera.

¿Se prolongan los berrinches?

En los casos en que el niño o la niña los encuentre como la respuesta eficaz para lograr sus deseos o cubrir sus necesidades, se convertirán en “el método por excelencia para lograrlo, así que lo que sigue es que crecerán en intensidad y frecuencia”, apunta la experta.

Hacia los cuatro o cinco años esto ya debería disminuir, pero si siguen presentando a mayor edad, o no paran, hay que buscar ayuda profesional para evitar que este comportamiento se instale a lo largo de su desarrollo: “conforme el pequeño o pequeña crezca, el medio se volverá más intolerante y hostil hacia sus actitudes, tachándolo de chiqueado, sobreprotegido y conflictivo”.

Ante un berrinche, llevemos calma al menor, trabajando con él desde la empatía y comprensión. Necesitaremos mucha tolerancia y paciencia, eso sí.

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Nonantzin Martínez

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