Casi todos hemos sido testigos de algún berrinche o rabieta infantil y, hay que aceptarlo, son muy difíciles de sobrellevar, más si se trata de tu hijo el que tiene esta explosión de emociones.
Ira, frustración, llanto, gritos, pataletas, espalda arqueada, caídas, sacudidas… Algunos niños contienen la respiración, vomitan, avientan o rompen cosas… En fin, es una pérdida absoluta del control, pero para aprender a gestionar los berrinches, debemos conocer por qué se producen.
Aunque a los papás nos cause enojo, e incluso nos haga sentir avergonzados (sobre todo si son en público), hay que entender que los niños pequeños aún no saben contener sus emociones y los berrinches son parte normal de su desarrollo.
De acuerdo con la clínica Cleveland, un berrinche se define como un estallido no planeado de ira y frustración. Pueden manifestarse de forma física, verbal o ambas. Por lo general, los niños actúan así porque quieren o necesitan algo y no saben cómo expresarlo con palabras.
“Un berrinche es un evento de falta de oxígeno voluntario y transitorio, en el que se genera un bloqueo de las conexiones neuronales y esto emite el llamado espasmo del sollozo. Es decir que se priven los niños”, dice Edith Alva Moncayo, Presidenta del Consejo Mexicano de Neurología AC.
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Según la Dra. Alva Moncayo, el cerebro tiene un desarrollo de maduración gradual, desde recién nacido, y hasta los 18 o 19 años. “Estas conexiones neuronales desde el punto de vista emocional y de las funciones cognitivas de atención, surgen a partir del año en adelante.
“El niño desafortunadamente no tiene la capacidad de poder determinar qué es lo mejor o lo peor, y por esa razón es que aparecen los berrinches. Se llaman de hecho espasmos infantiles. De tal manera que está relacionado con crisis de ansiedad del niño. La forma de tratar de entender o de explicar que algo le pasa es angustiándose o presentando el espasmo del sollozo”, explica la neuróloga.
La falta de maduración cerebral y de no saber cómo expresar sus emociones provoca que los niños reacciones de forma desproporcionada y con mucha fuerza a las circunstancias. Por ejemplo, puedes decirle que no coma el pedazo de galleta que se cayó al piso y esto provoque gritos, golpes, llanto y más gritos.
Hay que entenderlos. Nuestros pequeños están ocupados aprendiendo muchas cosas sobre el mundo, ansían tener el control, ser independientes, tomar sus propias decisiones y a menudo intentan hacer más de lo que sus habilidades lo permiten.
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Entre los seis meses y hasta los dos años los berrinches pueden considerarse normales y ocurren en un promedio de una rabieta por día, con una duración de entre dos y quince minutos. Los berrinches violentos que duran más de 15 minutos pueden ser signo de algo más grave.
“La etapa crítica donde aparecen estos eventos es de los 6 meses y hasta los 2 años. Si se presentan antes, estos espasmos del sollozo pueden sugerir epilepsia, y si se presentan después, también puede tratarse de epilepsia.
“Cuando un niño se priva e inmediatamente después reacciona y realiza sus actividades igual que antes, no se trata de crisis epiléptica. Pero si este niño tiene estos eventos, incluso si es de los 6 meses a los 2 años, son muy prolongados e si se queda dormido cansado, hay que investigar epilepsia porque eso sí es importante”, dice la Dra Alva Moncayo
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Después de los tres años la mayoría de los niños pueden expresar mejor sus emociones, por lo que los berrinches disminuyen. Si persisten, hay que investigar alguna patología o ver si existe alguna situación que le está generando estrés. Puede estar celoso de algún amigo o de su hermano (a menudo quieren lo que otros niños tienen o la atención que reciben), también es posible que no pueda hacer las cosas que imagina (dibujar, bajar escaleras, hacer que los juguetes funcionen).
Mantén la calma, los berrinches no son tu culpa, ocurren debido a la personalidad y la situación del niño en ese momento y son parte normal de su desarrollo. Si te enfrentas a un episodio, la Clínica Cleveland recomienda lo siguiente:
Lo más importante es que comprendas que el control de las emociones es un proceso y que tu pequeño necesita tu ayuda para aprenderlo. Siempre reconoce sus sentimientos, entiende sus frustraciones y enséñalo a aceptarlas y a ponerles nombre. Explícale claramente qué comportamientos son inaceptables y dale opciones de cómo puede actuar en una situación semejante.
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