De los cero a los tres años de edad las principales fuentes de amor de los pequeños provienen de sus padres. Una vez que entran al kínder comienzan a hacer la separación del vínculo familiar para abrirse a un mundo más grande: el de los amigos.
Cuando un pequeño o pequeña comienza a socializar se enfrenta a nuevas experiencias. Al salir de la escuela, va a contarte qué hizo en el día, con quién y qué jugó, así como a hablarte de sus amigos. En esta etapa surge la amistad y los infantes “se descubren y reflejan a través de los otros”, explica la psicóloga Karla Miranda Vásquez de CreSer Juntos.
Los amigos son muy importantes en la infancia porque las niñas y niños se reconocen en sus pares; descubren que hay personas con las que tiene afinidades: misma edad, gustos e intereses, y que no solamente con la familia pueden tener momentos de alegría y gozo.
Al ver un mundo de iguales, los pequeños van a querer realizar las cosas para otros y expresarles su afecto. Pero la amistad también “es una relación recíproca que debe ser afirmada por ambas partes”, señala el estudio “La calidad de la amistad en niños de edad escolar”, de José Eduardo Moreno y Santiago Resett.
Pero ¿qué podemos aprender al hacer amigos? Para la psicóloga Karla Miranda Vásquez, a través de las relaciones de amistad, las niñas y niños van a cultivar cualidades como:
Los conflictos entre los infantes son naturales. Un día tu hija o hijo va a regresar de la escuela triste porque su mejor amigo le dijo una grosería. Lo maravilloso de esta edad es que, al día siguiente, te contará que jugaron juntos, que su cuate le prestó su juguete favorito y que han vuelto a hablarse como si nada hubiera pasado.
Los pequeños están aprendiendo a socializar. Por eso, es de suma relevancia que “aprendan de manera sistemática los patrones de comportamiento necesarios para las interacciones sociales efectivas y satisfactorias en el colegio, en el patio del recreo y en la casa”, de acuerdo con el Programa de Habilidades para la Infancia Temprana, de Ellen McGinnis y Arnold P. Goldstein.
Para la especialista en desarrollo y bienestar infantil, Karla Miranda Vásquez, los infantes tendrán que enfrentar y resolver, por sí mismos, situaciones de la vida: “como padres, tenemos que guiarlos y enseñarlos a conciliar y, sobre todo, a que se relacionen desde la alegría, el amor y el respeto”.
Hay que dotar a los pequeños de habilidades sociales para que tengan una buena adaptación a la comunidad. Y hay que comenzar a hacerlo desde el hogar. Los padres deben brindar escenarios de bienestar para que desde chiquitos los menores conozcan sobre:
A una niña o niño que ha crecido con amor y respeto le será más fácil poder identificar a gente que no es afín a su persona, que no le genera bienestar, tranquilidad y armonía. Hay que guiarlos y explicarles que un amigo es alegría, compañía, deseo de ayudar y compartir.
Por el contrario, un amigo nunca será aquel que constantemente se burla de mí, me ofende, me agrede verbalmente, me pega. Los verdaderos amigos nunca nos harán sentir tristes. “Hay que estar muy pendientes al estado de ánimo de nuestros hijos para poder ayudarlos. Estar atentos a sus cambios de humor o si muestran inseguridad”, concluye la experta.
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