Por Ollin Islas Romo
Últimamente hemos escuchado mucho la palabra “consentimiento”, especialmente en el terreno de lo sexual. Por lo mismo, quizá piensas que no es necesario hablar de ello con un pequeño de cuatro o cinco años. Sin embargo, el consentimiento no es exclusivo de la adolescencia o del inicio de la vida sexual: que sea un tema presente en la infancia tiene muchos beneficios que se verán reflejados en todas las áreas de su vida.
En términos generales, el consentimiento es, básicamente, tener una voz. Es manifestar claramente que se acepta algo. Durante generaciones y quizás porque el tema ha estado muy ligado con la sexualidad, el consentimiento fue una especie de tabú en las pláticas entre padres e hijos e hijas. “Yo, personalmente, conocí el concepto cuando terminaba la preparatoria, es decir, casi a los 18 años”, explica la psicóloga Mónica Cruz. Hoy sabemos que mencionar su existencia y respetarlo en el día a día puede cambiarnos para siempre.
Protección para tus hijas e hijos
El primer beneficio de hablar sobre el consentimiento es, sin duda alguna, la prevención de la violencia sexual en la infancia y el maltrato infantil en general. No debemos olvidar que durante la infancia existe un enorme riesgo de ser víctimas de agresiones sexuales: basta saber que según la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), en México, 4 de cada 10 de las personas que sufren violencia sexual son menores de 15 años. Inculcarles a nuestras hijas e hijos desde pequeños que pueden tomar la decisión de decir “no” en todo lo relacionado con su persona es un principio que le da valor y un peso a su palabra.
Mónica Cruz menciona que “hay situaciones de violencia que en la infancia quizá no se pueden evitar pero si las niñas y niños saben sobre consentimiento, sí las pueden denunciar”. No debemos olvidar que los agresores aprovechan la confusión, los temores o el respeto que niñas y niños suelen tener por los adultos para ejercer violencia contra la infancia en el anonimato total.
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La importancia de escuchar y validar
Pero hablar de consentimiento va mucho más allá de decirles a nuestros hijos e hijas que es importante decir “no” cuando queremos decir “no”. Si les mencionamos esa frase hasta el cansancio pero invalidamos su palabra cada vez que abren la boca el mensaje que enviamos es muy distinto. Tener una conversación sobre consentimiento o decirlo constantemente y más tarde contradecirlo con acciones tiene poca utilidad y puede resultar contraproducente.
Mónica Cruz manifiesta que “cuando les explicamos a las niñas y niños qué es el consentimiento les damos la posibilidad de hablar, de tener una voz. Eso es algo que normalmente no se hace con la infancia, al contrario, se les ignora, se anulan sus gustos, no escuchamos lo que tienen que decir”. Por este motivo, resulta esencial que las hijas e hijos encuentren en sus padres una enorme disposición a ser receptivos y comprender. “Si los padres escuchan y validan emociones, las niñas y niños pueden sentir ganas de hablar sobre lo que sienten o les ocurre”, asegura la psicóloga.
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El respeto al consentimiento en casa
Aplicar el consentimiento en casa también juega un papel determinante para que el tema no se convierta en una conversación de palabras huecas.
Todos queremos que nuestras hijas e hijos estén protegidos contra depredadores sexuales o maltratadores que puedan agredirlos. Pero, ¿qué ocurre cuando manifiestan algo que va en contra de lo que deseamos? ¿Ahí se termina el respeto al consentimiento?
Existen asuntos no negociables en casa, como por ejemplo, asumir responsabilidades, hacer tareas, mantener nuestros espacios limpios; sin embargo, es necesario que hijas e hijos también tengan la posibilidad de tomar decisiones que sean respetadas por la familia, pues no por ser niñas y niños, su voz vale menos. “Como padres es muy importante identificar cuándo decimos algo por su bien y cuándo lo decimos sólo porque nosotros lo queremos. Como padres debemos cuestionarnos por qué hacemos lo que hacemos, por qué pedimos lo que le pedimos”, explica Cruz.
Respetar la voz de las niñas y niños está lejos de restarles autoridad a los padres. En realidad, hacerlo preparará a nuestras hijas e hijos para ser asertivos, practicar el autocuidado y construir relaciones saludables y equitativas.
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