Por Ollin Islas
Quizá hace algunos años no era tan común escucharlo, pero en la actualidad, y con el uso de las redes sociales, cada vez es más frecuente que algunas personas manifiesten su aversión a los niños y, de manera más concreta, a compartir espacios con ellos. Así, hemos visto pasar trending topics en las redes en los que algunos adultos y jóvenes exigen que la infancia sea excluida de espacios públicos como cines, restaurantes, hoteles y hasta parques.
Por supuesto, el mundo de los negocios ha escuchado estas voces y ya ofrece todo tipo de espacios y servicios “libres de niños”, en los que la clientela no está obligada a soportar los gritos, corretizas y carcajadas de los pequeños, acciones que para muchos no son más que rasgos de una mala crianza, pues los niños “buenos” son aquellos que, básicamente, no se comportan como niños.
Mónica Bustamente, psicóloga social y cofundadora de la asociación civil Morritos, explica que “se le ha denominado niñofobia al rechazo sistemático de las niñas y niños como sujetos, el rechazo a la infancia como etapa de vida con ciertas características necesarias para el desarrollo y el aprendizaje, y también incluye un rechazo al acto de crianza que prioriza el cuidado, los espacios y las dinámicas que velan por los derechos de la niñez”. Esto significa que la niñofobia (que, en realidad no es una fobia, sino un rechazo contundente) básicamente consiste en desear (a veces exigir) la exclusión de la infancia de los espacios públicos, así como de quienes ejercen la crianza.
La “niñofobia” no es una preferencia, un modo de ser, una opinión personal, como suele decirse. Bustamante explica que “proviene de una estructura adultocéntrica que privilegia a la adultez como etapa de vida, ya que es el momento cuando se “consolida” (supuestamente) el crecimiento personal y profesional, así como nuestro impacto político, como si antes de eso no fuésemos sujetos políticos completamente desarrollados”.
En México, la no discriminación de la infancia es parte de los 20 derechos que debe garantizar el Estado, establecidos en la Ley General de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes. Esto significa que el Estado debe asegurarse de que nadie excluya ni limite a las infancias por ningún motivo.
El rechazo a los niños y a su comportamiento tiene efectos negativos en su salud mental y su desarrollo. “En lo cotidiano podemos observar a niñas y niños con dificultades para apropiarse de sus espacios, para expresarse libremente por temor a la incomprensión y al prejuicio; el rechazo no es sólo un concepto, se vive y se corporaliza”, explica Mónica Bustamante.
Por otro lado, la exclusión inherente a la niñofobia se filtra en el sistema en el que vivimos y las estructuras que nos rigen, tanto a infancias como a quienes las criamos. “Uno de los efectos más contundentes de la discriminación es la restricción y/o precariedad de los cuidados, ya que la niñofobia no se expresa únicamente en las relaciones interpersonales; está en las leyes laborales que no protegen ni fomentan la crianza, los vínculos afectivos entre el bebé y sus padres y/o cuidadores primarios, está también en la idea de que la maternidad/paternidad es un “freno” para el desarrollo profesional”, asegura la psicóloga.
Y bien, ¿qué podemos hacer frente a un mundo que excluye y discrimina a nuestros hijos y sus padres? Mónica Bustamente te ofrece algunas recomendaciones:
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