Por Nayeli Rueda
Colorear mandalas es considerada por algunas personas como una actividad para que los niños se entretengan un rato y “estén quietos”, pero esta herramienta es más que dibujar una figura geométrica, “implica un proceso que proporciona bienestar emocional y el desarrollo de habilidades como la concentración”, señala Jessica Ruíz, fundadora del Centro de Desarrollo Infantil Mandala Kids.
La también psicóloga educativa comenta que la mayoría de los mandalas son de forma circular, y que, a través de esta herramienta y un trabajo terapéutico (si es necesario), se pueden trabajar con las niñas y los niños varios aspectos de su persona y lograr múltiples beneficios.
No obstante, aclara que “no se puede focalizar toda la atención únicamente en colorear mandalas y pensar que esto creará una diferencia o que habrá una mejoría en algún aspecto de nuestra vida, sino que se debe realizar un acompañamiento terapéutico, es decir, un trabajo integral.
Para la pedagoga francesa, Marie Pré, en su libro Mandalas y pedagogía. Acercamiento práctico y teórico, a través de nuestras manos, las formas, los colores y la creatividad, se busca el equilibrio personal, y esto se puede lograr por medio del “dibujo centrado”.
El mandala es una herramienta de “recentrado” que permite “reencontrarnos” con nosotros mismos: calmarnos, sentir la vida interior, encontrar el origen.
Cualquier pequeño que pueda sostener un color puede realizar esta actividad, sin embargo, lo más recomendables es que se lleve a cabo a partir de los cuatro años de edad, porque es cuando tiene mayor fuerza motriz para manipular los colores y focalizar su atención en lo que está realizando, comenta Ruíz.
No es que los niños más pequeños no puedan hacerlo, desde luego que pueden colorear mandalas y disfrutar mucho esta actividad, aunque, el objetivo será distinto, algo más lúdico.
Para llevar a cabo esta actividad es necesario tener crayolas, colores y plumones, así como un espacio tranquilo en donde el pequeño pueda realizar esta actividad sin distractores.
Cuando las niñas y los niños colorean mandalas en compañía de sus padres se puede crear un espacio de interacción y fortalecimiento de vínculos, además de estimularán muchas áreas del pensamiento.
De acuerdo con la psicóloga educativa, esta actividad de iluminar mandalas también puede fomentar y promover:
Con esta actividad los pequeños refuerzan su aprendizaje sobre los colores, pero también aspectos de la vida cotidiana, emociones y cuestiones académicas. Puedes encontrar mandalas de figuras geométricas, animales, del espacio, flores, corazones y frutas.
Algunos tienen como finalidad que los niños aprendan los números y las letras, pero otros tienen como objetivo que los pequeños reconozcan las principales emociones, como la alegría, la tristeza, el enojo o el miedo.
Hay que tener en cuenta que colorear mandalas debe ser una actividad espontánea y de goce, y nunca una imposición para mantener a tu hijo sentado por horas. A veces, diez minutos serán suficientes para que las niñas y los niños vuelvan a su centro y logren concentrarse o encuentren el equilibrio emocional.
Y un último consejo: deja que tu pequeño tome la iniciativa y elija el mandala que quiere iluminar, así como los colores que desea utilizar y añadir los elementos que desee.
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