Los niños son buenos y generosos. Ellos por naturaleza reflejan la bondad que muchos adultos han olvidado. Su corazón y su mente están libres de prejuicios: son nobles, puros, honestos y espontáneos. Cuando ven en el parque a otro niño, después de la timidez de los primeros minutos, juegan libremente como si se conocieran de toda la vida.
Lo mismo sucede cuando ven que alguien los necesita. Su alma capta de manera instintiva que tienen que ayudar y lo hacen, ya sea para levantar algo, consolar el llanto de alguien o cuidar a otro niño más pequeño.
Muchos creen que los humanos son inherentemente egoístas, es decir, que en el fondo siempre estamos motivados por lo que percibimos como nuestro propio interés, pero los niños son prueba de lo contrario, ellos nacen altruistas y de ello dan cuenta recientes investigaciones.
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Felix Warnenken, investigador del departamento de psicología de la Universidad de Míchigan, pasó 17 años estudiando a niños pequeños y descubrió que, a una edad muy temprana, muestran comportamientos altruistas.
“Los niños tienen una tendencia biológica espontánea a preocuparse por los demás. Ayudan desde el principio y lo hacen espontáneamente sin que sus padres lo pidan, les ofrezcan una recompensa o los observen. Esto nos hace creer que la naturaleza humana no es puramente egoísta sino que estamos equipados con inclinaciones altruistas”, dijo Warnenken al sitio The Huffington Post.
De los niños brotan gestos de bondad con una facilidad que maravilla a los adultos. Están libres de miedos, culpas o rencores y eso los lleva a expresar su bondad sin reservas. Los adultos también pueden ser bondadosos cuando la ocasión lo amerita, pero los niños tienen una bondad constante que surge sin que se lo pidan.
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La pregunta es, ¿cómo lograr que esa bondad, ese altruismo y espíritu de ayuda sea permanente en nuestros hijos? Estos son algunos consejos:
El altruismo, que es el servicio al prójimo, comienza con la empatía, es decir, con entender los sentimientos de los demás. Para que los niños desarrollen empatía de adultos, los padres deben enfatizar la inteligencia emocional en la crianza.
La inteligencia emocional es la capacidad de identificar, entender y procesar las emociones propias y ajenas. Para ello es bueno hablar de los sentimientos en familia: validarlos, que nuestros niños entiendan que no son malos y son consecuencia de lo que les pasa.
Cuando enseñas a tus hijos a reconocer sus propios sentimientos les das herramientas para descifrar a los demás. Pero también los ayudas a tener autocontrol y saber de dónde se origina lo que están sintiendo, qué lo provoca.
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Aunque él no sea partícipe del conflicto es bueno explicarle a tus niños diferentes perspectivas de situaciones donde hay enfrentamientos.
Por ejemplo, si vio que se burlaban de un compañerito en la escuela, ayúdalo a comprender cómo se sintió ese compañero, y que hable de ello. Si su hermano está llorando o ve a alguien triste, puedes hacer preguntas como, ¿qué harías para que tu hermano se sienta mejor? Siempre usa palabras que comprendan, habla de acuerdo con la edad de tus hijos.
Lo que hacen los padres es tan importante como lo que dicen. Los adultos cuidadores de niños deben hacer un análisis introspectivo para evaluar su propio sentido de altruismo y comprometerse a inculcar esa cualidad en sus hijos.
Estudios muestran que las personas que expresan gratitud hacia los demás tienen más probabilidades de ser serviciales, compasivas, generosas, felices y saludables.
Es bueno enseñarles a tus hijos a ayudar de forma rutinaria en la casa y animarlos a expresar su gratitud y aprecio como parte de su día a día.
Ayuda a tus hijos a ser conscientes de que sus acciones y decisiones impactan a todos los que los rodean. Practica cómo resolver conflictos.
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Es importante que entiendan que todas las personas tienen pensamientos diferentes. Anímalos a escuchar opiniones de los demás y a respetarlos aunque no estén de cuerdo con ellos.
La creencia de que los seres humanos somos egoístas por naturaleza es errónea y los niños son la mejor prueba. Ellos nacen buenos y generosos, nos corresponde a los padres seguir inculcando la empatía, la cual sí es un valor aprendido que implica ponerse en los zapatos de los demás. ¡Inténtalo! Criar niños sobre la base del amor a sí mismos y a los demás los hará mejores adultos.
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