Por Ollin Islas
La empatía es una herramienta muy poderosa. Esta emoción abre un abanico de posibilidades, todas positivas, en nuestras vidas: ponernos en el lugar de otras personas nos impulsa a solidarizarnos con ellas, nos ayuda a sentir compasión y nos motiva a consolar y a apoyar incluso a personas desconocidas.
Otra de sus maravillosas ventajas es que nos permite resolver conflictos y confrontaciones, pues a veces lo que nos enoja adquiere otra dimensión cuando logramos ver un mismo asunto desde la perspectiva de otro individuo. En tal sentido, la empatía es un motor de la conciliación y el bienestar general. ¿Quién no querría que sus hijas e hijos la practiquen?
¿Naces o te haces empático?
Salvo en personas con un trastorno mental específico, la empatía está en nosotros desde que nacemos; digamos que tiene su origen en nuestro sistema neurológico. Los investigadores Corrado Sinigaglia y Giacomo Rizzolatti, en el libro Las neuronas en espejo: los mecanismos de la empatía emocional, mencionan que las neuronas espejo son un sistema que nos permite sentir lo mismo que otra persona cuando vemos que ejecuta una acción.
Las neurociencias, entonces, demuestran que tenemos una capacidad innata para ser empáticos, pero al igual que cualquier otra capacidad, pueda desarrollarse aún más. Al respecto, la psicóloga Gincy Calderón explica que “hay que fomentar y potenciar la empatía desde la infancia, porque esto nos ayuda a formar individuos que tengan relaciones sanas consigo mismos, con los otros y con el entorno”.
Los beneficios de ponerse en los zapatos del otro
Impulsar a nuestras hijas e hijos para que aprendan a ponerse en el lugar de otros tiene incontables beneficios. Según Calderón, algunos son:
- Comprender a los demás ayuda a conocerse a sí mismo. Intentar comprender la situación y los sentimientos de otros nos permite también observar nuestras propias emociones, así como aprender a nombrarlas, reconocerlas y aceptarlas.
- Fomentar el trabajo en equipo. Una niña o niño empático tiene mayores posibilidades de vincularse con sus pares positivamente, así como de llevar a cabo tareas compartidas y trabajo en conjunto.
- Combatir la violencia de cualquier índole. Tener la capacidad de ponernos en el lugar del otro nos permite sensibilizarnos y comprender más allá de los comportamientos de los demás, aún cuando estos sean hostiles. Por ello, suele ocurrir que quienes son empáticos tienen una mayor capacidad de conciliar y resolver conflictos, y su actitud casi siempre provoca mejor disposición de los interlocutores.
Ayúdalos a ser más empáticos
Una manera ideal de ayudar a tus pequeños a practicar y desarrollar la empatía es siendo empática con ellos. Tal como ocurre con muchos otros comportamientos, la mejor manera de predicarlos es con el ejemplo. Te ofrecemos algunos consejos que te ayudarán a mostrar tu compasión y comprensión:
- Sé receptivo. Escucha a tus hijos cuando deseen manifestar sus sentimientos. No les prohíbas hablar de sus emociones, ¡tienen que dejar salir lo que tienen dentro!
- Evita decirles qué sentir. Escuchar a otros no te da el poder de decirles lo que tienen que hacer. En ocasiones, basta con que permitas que tus hijos se manifiesten y los acompañes.
- Invítalos a reflexionar. Un ejercicio que puede ser muy útil es la lectura. Si les lees historias por las noches puedes preguntarles cómo piensan que se sintieron los personajes y por qué actuaron de un modo o de otro.
- No te quedes en la superficie. Si tus hijas o hijos están molestos o hacen berrinche, déjalos tranquilizarse y platica con ellos. Busca siempre las emociones profundas que impulsan su comportamiento. ¡A veces todo se soluciona con un apapacho!
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