Por Ollin Islas Romo
Las niñas y niños son pequeños artistas por naturaleza. Su constante deseo por explorar el mundo, conocer más, tocar y resignificar a partir de lo que se está experimentando es una parte fundamental de la infancia; hacerlo, posibilita el aprendizaje y es la materia prima del juego y la diversión.
“Cuando un niño imagina cómo resolver una situación echa mano de la creatividad. Eso es a partir del primer año de vida. Y lo hacemos todos de manera natural”, explica Mauricio Martínez, artista escénico que trabaja con niños de tres a 12 años en el Montessori de la Ciudad de México y el Montessori de la Condesa.
Pese a que es innata, los adultos que cuidamos niñas y niños podemos encaminar esta curiosidad y creatividad natural para potenciarla y mantenerla a lo largo de la vida.
La creatividad es oro puro
Quizá para algunas mamás y papás la creatividad tenga que ver únicamente con ciertas expresiones como las manifestaciones artísticas, por ejemplo. Sin embargo, los procesos creativos van mucho más allá. En el artículo “Neuropsicología del proceso creativo. Un enfoque educativo”, las autoras Verónica López y Fátima Llamas explican que dicho proceso puede aludir tanto a un producto artístico como a la resolución de tareas. “La creatividad se reconoce como una infinita variedad de actividades humanas, que pueden explicitarse en la propia forma de vestir, a la hora de cocinar, en las soluciones que aportan al tratar de solventar problemas cotidianos, etc”.
La creatividad, entonces, es una herramienta de vida que involucra diversas habilidades y procesos cognitivos y que se utiliza desde que se detecta un problema o tarea y se logra un producto o solución. Viéndolo de esta manera, estimular o potenciar la creatividad de nuestros hijos e hijas tiene mayor relevancia para enfrentarse a la vida cotidiana de lo que pensábamos. Pero, ¿realmente es posible desarrollarla?
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Los enemigos de la creatividad
“Toda creatividad es entrenable y se puede desarrollar”, explica Mauricio Martínez, quien también imparte clases en Papillon, un espacio que fomenta la creatividad en niñas, niños y adolescentes a partir del arte, el juego y el trabajo colectivo. Sin embargo, así como es posible crecerla y alimentarla, también podemos inhibirla.
“En muchas ocasiones, los propios adultos nos convertimos en “enemigos” de la creatividad. El juicio sobre lo que está bien o mal (el niño que no puede jugar con muñecas o la niña que no debe jugar con los cochecitos, por ejemplo, o la idea de que un vaso solo debe usarse para lo que fue fabricado y no como un instrumento musical) puede coartar la libertad de crear del niño”, manifiesta Martínez.
Otra actividad que puede coartar los procesos creativos es el abuso de instrumentos digitales. “Esto impide al niño el uso de las manos y los ojos como herramientas de integración del juego. Últimamente he trabajado mucho con niños que sólo repiten el contenido de los videos de moda, de videojuegos y dibujos animados, que, si se les pide algo nuevo, algo que ellos inventen, la frustración es enorme porque han perdido esa capacidad de asombrarse de sí mismos. No todo está perdido. Afortunadamente la imaginación y la creatividad puede sobreponerse a casi todo”, asegura Martínez.
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Tres actividades para fomentar la creatividad
Mauricio Martínez nos ofrece algunos juegos que nos pueden ayudar a desarrollar los procesos creativos en nuestras hijas e hijos:
- Cuéntale historias nuevas o cuenta mal la que ya se sabe. “Como decía Gianni Rodari: `Había una vez una niña que se llamaba Caperucita Amarilla’ y ya verás la que se arma y la gran historia que surge”.
- Jugar a esconderse con la imaginación. No se vale usar muebles, puertas ni cosa alguna más que a uno mismo. El que se esconde debe imaginarse que entra en un armario, en una caja, en un frasquito y tratar de no moverse, estar quietecito. El que cuenta y busca debe jugar a ver quién está mejor escondido e imaginar que no ve a nadie, hasta que alguien se mueve y es descubierto.
- Hacer mímica de cosas cotidianas. Es un juego donde las manos hacen cosas maravillosas en el aire. Lavarse la cara, cocinar algo sabroso y comérselo, pintar un paisaje en una pared imaginaria, pasear a un perro, por ejemplo. Después podemos jugar con las historias y cambiamos el perro por un dinosaurio o cocinamos una pizza gigante. La idea es no parar de crear, de jugar y de reír.
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