Por Nayeli Rueda
Si has observado que tu niña o niño tiene dificultades para aprender el alfabeto, si tarda en aprender a escribir su nombre o invierte las letras o números, a pesar de practicar mucho, valdría la pena realizar una valoración psicopedagógica: podría tener dislexia.
La dislexia no es una enfermedad, sino un trastorno específico del aprendizaje. Las personas nacen y mueren con dislexia. Lamentablemente “hay quienes nunca van a recibir un diagnóstico y pueden ser etiquetados como flojos, tontos, distraídos o poco inteligentes”, explica Kimberly Valdés García, terapeuta de lenguaje de Salud Psicológica.
Valdés García, quien es pedagoga educativa por la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), explica que la dislexia no tiene relación con el coeficiente intelectual, ni con el sexo o la edad de las personas, pero que esta condición puede ser hereditaria, es decir, que mamá o papá pueden ser disléxicos.
La especialista Valdés García explica que el cerebro de las personas con dislexia tiene dificultades para recibir, organizar, recordar o usar información. Esta alteración del neurodesarrollo va más allá de los problemas con la lectoescritura, pues afecta:
También puede haber problemas de memoria a corto plazo, de acceso al léxico, confusión entre derecha e izquierda, dificultad espacio-temporal, sin que esto signifique que todas las personas disléxicas presenten cada uno de los síntomas, señala la organización iberoamericana Disfam.
Si a tu niña o niño se le dificulta el reconocimiento de números o letras, si invierte algunas por otras, si confunde la “b” con la “d” o el “6” con el “9”, o cambia el orden de las palabras en una oración, debes pedir una valoración.
La dislexia es un trastorno que muchas veces no se diagnostica, pues no existe una prueba única, sino que se emplean múltiples escalas neuropsicológicas que miden las capacidades cognitivas y habilidades de las personas sospechosas.
Sin embargo, mientras más rápido sea la intervención habrá mejores resultados y disminuirán las dificultades en los pequeños, comenta Valdés García.
Asegura que, si un menor con dislexia no recibe apoyo, no solo va a tener dificultades para aprender, sino que también puede “presentar problemas de autoestima, conducta y socialización con sus padres, amigos y/o maestros”.
En cuanto al tratamiento, explica que consiste de terapias y actividades específicas. Se evalúan los rasgos de escritura y de lectura para identificar dónde hay más dificultad y se crea un plan de intervención personalizado para corregir o establecer las bases para la lectoescritura, manejo de la percepción visual, memoria auditiva y visual, etcétera.
El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) recomienda vigilar desde los 2 o 3 años de edad el neurodesarrollo de niñas y niños, pero el diagnóstico de certeza se puede establecer hasta después del primero o segundo grado de primaria, porque antes existe una dificultad natural para aprender a leer o escribir sin ser dislexia.
Hay señales que pueden presentar los infantes y que no debes dejar pasar por alto. Por ejemplo, si:
Una intervención temprana y oportuna permitirá que las personas con dislexia desarrollen habilidades y disminuyan sus dificultades de aprendizaje. También es importante que los padres acompañen a sus hijas o hijos en este proceso, los apoyen y tengan mucha paciencia.
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