Por Nayeli Rueda
La familia está reunida en el comedor cuando, de repente, escuchan a Lu, de 4 años de edad, decir una mala palabra. Su madre la mira enojadísima y le grita que no sea grosera. Su papá, en cambio, ríe a carcajadas. ¿Te parece familiar esta escena?
En la infancia, niños y niñas dicen groserías sin saber el significado de esas palabras. Hay padres a quienes les resulta divertido o “chistoso” escucharlos hablar así. Incluso, algunos familiares, como los tíos o los abuelos, llegan a premiar a los preescolares para que las digan, ya que les resulta cómica la pronunciación de las pequeñas y los pequeños.
Cuando tenía cinco años, Gabriel recuerda que llegaba de visita su padrino, quien le pagaba 10 pesos para que dijera una mala palabra: “le daba mucha risa cómo pronunciaba la grosería. Mi mamá me regañaba. Entonces, a escondidas, mi padrino me daba dinero para repetirla”, dice Gabriel, quien ahora procura no ser “mal hablado” frente a su hija.
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Para evitar que tu niña o niño diga groserías, la psicóloga infantil María Useche Criollo recomienda que les pidas, de manera respetuosa y sin gritar, que no las diga: “sin magnificar la situación o darle mucha importancia, corrige a la niña o al niño con respeto, y dile que lo que acaba de expresar es una mala palabra, por lo tanto, no la debe repetir”.
Para muchos padres de familia es una sorpresa que sus hijas e hijos digan malas palabras, pues aseguran que en casa no las hablan. Sin embargo, no podemos pasar por alto que la sociedad mexicana está acostumbrada a pronunciar unas 20 groserías en sus conversaciones cotidianas, de acuerdo con la encuesta “El mexicano y las groserías” de Consulta Mitofsky.
El documento arroja que los jóvenes del sexo masculino son quienes más las utilizan, sobre todo en las reuniones con las amigas y los amigos. Para la especialista Useche Criollo, una de las causas de que niños y las niñas digan groserías es escucharlas dentro de su entorno familiar o escolar: “los cuidadores primarios tienen la posibilidad de controlar los espacios donde se desenvuelven, por lo tanto, pueden determinar específicamente en dónde pudo haber escuchado o aprendido esas palabras”.
Evita reírte cuando dicen una grosería, de lo contrario seguirán llamando tu atención de esta forma y entenderán que es una conducta aceptable. “Al hacer uso de refuerzos positivos ante conductas negativas, lo único que se logrará es mantener estas conductas a lo largo del tiempo”, enfatiza la psicóloga.
Los padres no debemos poner etiquetas a nuestras niñas y niños. Si le decimos “eres un grosero”, estamos dañando la autoimagen que tiene de sí mismo. Si esto pasa en casa, la experta Useche Criollo recomienda ir a terapia para evaluar el contexto familiar y establecer qué conductas, acciones o palabras está imitando, y qué modificaciones en la conducta de los padres o cuidadores se pueden hacer para eliminar la causa de la repetición de las malas palabras.
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