Una gran parte de nuestra tarea como madres o padres es cuidar y proteger a nuestras hijas e hijos. Es, de hecho, algo que hacemos por instinto. Sin embargo, cuando nuestras crías comienzan a adquirir cierta independencia (por ejemplo, desde que empiezan a hacer cosas por sí mismos, como gatear o caminar) es probable que nos preguntemos qué tanto debemos intervenir en sus procesos.
Una realidad que, en ocasiones, cuesta aceptar durante la maternidad, es que no podemos evitarles a nuestras hijas e hijos el dolor implícito en algunas experiencias que tendrán a lo largo de su desarrollo. Lograrlo, o tan solo intentarlo, puede resultar perjudicial no solamente para ellos, sino para toda la familia. Por eso es muy importante que aprendas a identificar si estás sobreprotegiendo y qué debes hacer al respecto.
La psicóloga Karina Herrera afirma que “para muchas madres y padres es difícil identificar si están sobreprotegiendo porque su intención es hacerles un bien a sus hijas e hijos. Muchos, incluso, asocian la no intervención con el descuido y la negligencia”.
Los motivos por los que nos volvemos sobreprotectores pueden ser diversos y están relacionados tanto con nuestra propia historia (quizá nos sentimos abandonados durante nuestra infancia) o con el ambiente hostil en el que vivimos (en las grandes ciudades es más común que ocurra).
Pero, ¿cómo identificar si estamos llevando la protección demasiado lejos? Karina Herrera nos ofrece algunos rasgos frecuentes entre las madres y padres sobreprotectores:
Desafortunadamente, al intentar proteger a nuestras hijas e hijos de los sufrimientos del mundo contribuimos a disminuir su capacidad de ser autónomos y de enfrentarse a las adversidades. “Es importante que mamás y papás comprendan que cuando dejamos que los pequeños se enfrenten a situaciones que provocan dolor, frustración o tristeza, contribuimos también a que construyan sus propios recursos para resolver. Esto es vital para desarrollar independencia, madurez y resiliencia”, dice Herrera.
Los niños sobreprotegidos suelen ser temerosos, tienen baja estima y les cuesta mucho trabajo tomar decisiones, además son más propensos a la depresión. En el libro El cerebro del niño explicado a los padres, el neuropsicólogo Álvaro Bilbao explica que cuando los padres intervienen constantemente en los procesos de los hijos, se les quita la confianza, se vuelven más vulnerables y tienen un mayor riesgo de sufrir de depresión.
No sobreproteger no es lo mismo que abandonar. Es acompañar a nuestras hijas e hijos en sus procesos respetuosamente, dejándolos ser y desarrollarse. Nuestra experta te ofrece estos consejos:
Dejar que tu hija o hijo aprenda a lidiar con los claroscuros de la vida no te hace mala mamá o papá. No sobreprotegerlo no significa que lo dejarás solo: tú puedes encontrar la manera de hacerle saber que siempre caminas a su lado y serás su puerto seguro cada vez que vuelva a ti.
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