Por Nayeli Rueda
Ser mujer y tener una discapacidad es vivir una doble o hasta múltiple discriminación. Eso lo sabe Marialú Castro, quien fue una bebé prematura que vivió una infancia entre aparatos ortopédicos y terapias físicas, pero también escuchando a sus familiares decir: “para qué estudias, si alguien te va a mantener”.
De acuerdo con ONU Mujeres, niñas y mujeres con discapacidad viven situaciones extremas y de profunda discriminación, como:
Marialú Castro, colaboradora de la Fundación para la Inclusión y Desarrollo de las Personas con Discapacidad FINDEDIS e integrante de Yo Cuido México, confiesa que tardó muchos años en aceptar que tenía una discapacidad: parálisis cerebral monoparesia.
Asegura que si no “había salido del clóset” era porque, con una discapacidad, la sociedad te hace a un lado. Tampoco quería que la vieran con lástima. Ahora es una mujer que aprendió a amar su cuerpo y a conocerse.
No extraña correr porque nunca lo hizo: “no voy a buscar ser corredora profesional porque no puedo correr. Pero sé pensar, sé defenderme, sé escribir. Hago lo que sé hacer, lo hago bien y lo que me hace feliz”, dice.
En la adolescencia sufrió rechazo y discriminación. Algunos de sus compañeros se burlaban y le decían ofensas al no tener movilidad en una de sus piernas. También se enfrentó a la misoginia a través de chistes y comentarios groseros, lo que hizo que sufriera depresión, pero que aprendiera a ser fuerte y a no dejarse.
Para la activista, hay que enseñar a las mujeres, desde que son niñas, a no quedarse calladas, a expresar lo que piensan y a cuestionar lo que no les gusta. Ella siempre le cuestionó a su abuelo el por qué a los hombres les servían primero de comer, luego a niñas y niños, y al último a las mujeres.
A pesar de que su papá creció en una familia machista, fue alguien que le enseñó a valerse por sí misma y a ser responsable. Para empoderar a una niña con discapacidad recomienda:
Para Marialú Castro, ser una mujer y tener una discapacidad no la limitan. Todo el tiempo está en movimiento, a veces desde la cama, ya que padece fibromialgia, una enfermedad crónica incapacitante, que provoca dolor musculoesquelético y fatiga, y que todavía no es reconocida como una discapacidad.
Recuerda que, de niña, su peor pesadilla frecuente era imaginarse en una silla de ruedas. Hoy ya no tiene miedo. Ha tenido que utilizarla si tiene una crisis por fibromialgia. Asimismo, ha comenzado a usar bastón –a pesar de los estigmas– porque le permite no lastimarse al caminar y llegar a donde quiere. Además, “me da personalidad”, dice.
Reconoce que falta mucho por hacer para lograr la inclusión de las mujeres con discapacidad, quienes también sufren violencia estructural. Algunas mujeres con discapacidad no pueden ir a una marcha porque no hay transporte accesible y otras no pueden ser auscultadas en su cita ginecológica porque no existen las condiciones para ello. Y esto es vivir una doble y múltiple discriminación.
“Tengo amigos que una silla de ruedas no los limita. Suben las escaleras mucho mejor que yo. No importa cómo te muevas, el chiste es llegar”.
Marialú Castro, integrante de Yo Cuido México
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