Por Nayeli Rueda
Primer acto: una niña o niño juega con una figura de cristal. Segundo acto: mamá le prohíbe que juegue con eso y pide que se la entregue. Tercer acto: papá dice ¡déjalo (a)! No está haciendo nada malo.
Cuando uno de los padres dice “sí” y el otro “no”, el niño recibe un mensaje contradictorio que lo va a confundir. Es conveniente que ambos aprendan a negociar y que haya acuerdos en donde “surja un nosotros en cosas básicas de la educación”, opina Mauricio Sánchez Malagón, director de Consultores en Psicoterapia, Psicopedagogía y Desarrollo Humano (CONPSIDH).
En las parejas siempre habrá opiniones diferentes y “está bien que existan”, pero cuando los padres tienen ciertos “vicios” en la forma de educar y en sus comportamientos de pareja, crearán confusión en sus hijos e hijas, señala el maestro en psicología clínica.
Los niños pequeños son egocéntricos, obedecen a sus impulsos y deseos. Por su curiosidad natural, un bebé que gatea y comienza a caminar va a querer investigar. Pero, si quisiera meter los dedos al contacto de luz ¿lo dejarías? ¡Seguro que no!
Los límites se deben establecer desde que una persona está en la cuna. Si papá y mamá no se ponen de acuerdo, aunque el niño sea muy pequeño, “tomará el control que ellos no tienen, aprovechará la problemática y empezará a manipularlos”, comenta el especialista.
Para el maestro en psicoanálisis, si al educar hay un “sí”, también debe haber un “no”. En el momento en que un padre le dice NO a su hijo, se rompe el egocentrismo del pequeño y surge la figura de “un otro”, llámese papá o mamá, una figura de autoridad que actualmente “está deteriorada”.
Muchos padres evitan decirle un “no” a sus hijos para no lastimar su autoestima, pero es necesario y fundamental para su desarrollo y discernimiento.
Sánchez Malagón opina que en el microcosmos familiar los niños aprenden:
El rompimiento del egocentrismo en la infancia genera frustración en el bebé y es necesario que un pequeño experimente este sentimiento. Para el psicoanálisis, “crecemos a través de la frustración y aprendemos habilidades para la vida”, señala el experto.
De acuerdo con UNICEF, la prioridad de los padres debe ser “criar niños y niñas fuertes emocionalmente. Esto significa educarlos de tal forma que puedan ir de a poco aprendiendo a enfrentar frustraciones, a conocer y saber qué hacer con sus emociones e impulsos, a ser capaces de ponerse en el lugar del otro, a tolerar el estrés, a aprender a valorarse, a confiar en sí mismos, a tener esperanza y a saber relacionarse con los demás”.
En las familias en donde se practica el “dejar ser”, los hijos pueden crecer con muchas confusiones. Tampoco debemos caer en el autoritarismo y la obediencia, sino buscar un liderazgo democrático que permita a los niños desenvolverse a través de los límites.
Los límites van a contener a un niño y a orientarlo, así como a darle estructura. Los límites no significan limitar a una persona, sino dar libertad con responsabilidad, señala el maestro Sánchez Malagón.
Con frecuencia vemos a bebés que se están portando bien, entonces llega uno de sus padres y empiezan a hacer berrinche y a desobedecer las reglas. Para que esto no suceda, una pareja debe llegar a acuerdos, comunicarse y negociar, por el bienestar y salud mental de todos los integrantes de la familia.
De lo contrario, “si hay desacuerdos y luchas de poder entre los padres, confundirán al niño y harán que tome el poder y que tenga problemas de conducta, y de más grande, problemas de personalidad”, asegura el psicoanalista.
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