Por Nayeli Rueda
Si vives atormentado, rememorando el pasado o visualizando el futuro, quizá te interese saber que hay una habilidad para prestar atención al momento presente: se llama mindfulness y se traduce como atención plena.
Esta capacidad de concentrarse en vivir el momento presente no es una tendencia o moda pasajera, sino una práctica de origen budista que se sigue desde hace miles de años, y que actualmente está tomando fuerza gracias a los beneficios que otorga a nivel emocional, mental y físico, los cuales han sido demostradas por diversas investigaciones.
El objetivo de poner en práctica esta capacidad, que tenemos todos, es “vivir el aquí y el ahora de una manera equilibrada, con una actitud de aceptación y apertura. Esta habilidad nos ayudará a manejar mejor nuestras emociones, a sentirnos más relajados y conocer cómo funciona nuestra mente”, apunta Eric López Maya, director general y fundador del Instituto Mexicano de Mindfulness.
Eric López Maya, doctor en psicología y salud, explica que la práctica de mindfulness no es lo mismo que meditar. Aunque la mejor forma de desarrollar esta capacidad es a través de pensar atenta y detenidamente sobre algo, existen muchos tipos de meditación y la meditación mindfulness es solamente uno de ellos.
Entre los beneficios de la práctica de mindfulness en la vida cotidiana, están:
Diversos estudios han demostrado los beneficios de la meditación de atención plena contra una variedad de afecciones tanto físicas como mentales, incluido el síndrome del intestino irritable, fibromialgia, psoriasis, ansiedad, depresión y el trastorno de estrés postraumático, de acuerdo con “Cuando la ciencia se encuentra con la atención plena”, publicado en The Harvard Gazette.
El objetivo esencial de la educación es preparar a los niños y jóvenes para la vida. Sin embargo, López Maya explica que el modelo educativo tradicional se centra en el aprendizaje conceptual y teórico, y deja de lado otros aprendizajes igualmente importantes, como el desarrollo de las habilidades sociales y emocionales, tales como el cultivo de la empatía, el manejo de emociones y el entrenamiento de la atención, que pueden ser entrenados a través de la práctica de mindfulness.
La edad recomendada para iniciar con prácticas y juegos de mindfulness sencillos es entre los cuatro y cinco años de edad. La mayoría de las niñas y niños son candidatos para aprender esta habilidad, a menos de que hubiera un deterioro cognitivo significativo. “En cualquier otra circunstancia, la práctica siempre puede adaptarse a las particularidades de cada niño”, dice.
Debido a que niñas y niños son el reflejo de los padres, es conveniente que los adultos se involucren en la práctica de mindfulness con sus hijos, porque ellos son en gran parte resultado de lo que sucede en el sistema familiar.
Por ello, “en la medida en que los padres encarnen las cualidades asociadas con mindfulness, será mucho más fácil que los niños y niñas puedan encarnarlas también”, aclara el experto.
Si un niño ejercita la práctica de mindfulness, tendrá el potencial de promover otras habilidades cognitivas valiosas como:
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