La celebración del Día de las Madres es una de las más emotivas que hay a lo largo del año, y aunque el intento por encontrar el regalo perfecto es una constante en todos lados, ofrecer unas palabras que salgan de lo más profundo del corazón a quien nos dio la vida, siempre será algo que ella atesore como uno de sus recuerdos más preciados, por lo que te dejamos una selección de poemas para celebrarla.
Para inspirarte, te quiero compartir algunos poemas escritos por importantes personajes del mundo de la literatura, son de los más variados estilos, así podrás ver que más allá de los endecasílabos y las rimas, lo que cuenta es la inspiración y el sentimiento.
La madre, de Julio Cortázar
Delante de ti me veo en el espejo que no acepta cambios,
ni corbata nueva ni peinarse en esta forma.
Lo que veo es eso que tú ves que soy,
el pedazo desprendido de tu sueño,
la esperanza boca abajo y cubierta de vómitos.
Oh madre,
tu hijo es éste,
baja tus ojos para que calle el espejo y podamos reconciliar nuestras bocas.
A cada lado del aire hablamos de cosas distintas con iguales palabras.
Eres una columna de ceniza (yo te quemé),
una toalla en la percha para las manos que pasan y se frotan,
un enorme búho de ojos grises que espera todavía mi nombramiento decorativo,
mi declaración conforme a la justicia,
a la bondad del buen vecino,
a la moral radiotelefónica.
No puedo allegarme, mamá,
no puedo ser lo que todavía ves en esta cara.
Y no puedo ser otra cosa en libertad,
porque en tu espejo de sonrisa blanda está la imagen que me aplasta,
el hijo, verdadero y a medida de la madre,
el buen pingüino rosa yendo y viniendo
y tan valiente hasta el final,
la forma que me diste en tu deseo: honrado, cariñoso, jubilable, diplomado.
La madre ahora, de Mario Benedetti
Doce años atrás
cuando tuve que irme
dejé a mi madre junto a la ventana
mirando la avenida
ahora la recobro
sólo con un bastón de diferencia
en doce años transcurrieron
ante su ventanal algunas cosas
desfiles y redadas
fugas estudiantiles
muchedumbres
puños rabiosos
y gases de lágrimas
provocaciones
tiros lejos
festejos oficiales
banderas clandestinas
vivas recuperados
después de doce años
mi madre sigue en su ventana
mirando la avenida
o acaso no la mira
sólo repasa sus adentros
no sé si de reojo o de hito en hito
sin pestañear siquiera
páginas sepias de obsesiones
con un padrastro que le hacía
enderezar clavos y clavos
o con mi abuela la francesa
que destilaba sortilegios
o con su hermano el insociable
que nunca quiso trabajar
tantos rodeos me imagino
cuando fue jefa en una tienda
cuando hizo ropa para niños
y unos conejos de colores
que todo el mundo le elogiaba
mi hermano enfermo o yo con tifus
mi padre bueno y derrotado
por tres o cuatro embustes
pero sonriente y luminoso
cuando la fuente era de ñoquis
ella repasa sus adentros
ochenta y siete años de grises
sigue pensando distraída
y algún acento de ternura
se le ha escapado como un hilo
que se le ha escapado como un hilo
que no se encuentra con su aguja
cómo quisiera comprenderla
cuando la veo igual que antes
desperdiciando la avenida
pero a esta altura qué otra cosa
puedo hacer yo que divertirla
con cuentos ciertos o inventados
comprarle una nueva tele
o alcanzarle su bastón.
Madre, llévame a la cama, de Miguel de Unamuno
Madre, llévame a la cama.
Madre, llévame a la cama,
que no me tengo de pie.
Ven, hijo, Dios te bendiga
y no te dejes caer.
No te vayas de mi lado,
cántame el cantar aquél.
Me lo cantaba mi madre;
de mocita lo olvidé,
cuando te apreté a mis pechos
contigo lo recordé.
¿Qué dice el cantar, mi madre,
qué dice el cantar aquél?
No dice, hijo mío, reza,
reza palabras de miel;
reza palabras de ensueño
que nada dicen sin él.
¿Estás aquí, madre mía?
porque no te logro ver…
Estoy aquí, con tu sueño;
duerme, hijo mío, con fe.
Doña Luz XVII, de Jaime Sabines
FOTO: FLORES Y LLUVIA. ENVATO
Lloverás en el tiempo de lluvia,
harás calor en el verano,
harás frío en el atardecer.
Volverás a morir otras mil veces.
Florecerás cuando todo florezca.
No eres nada, nadie, madre.
De nosotros quedará la misma huella,
la semilla del viento en el agua,
el esqueleto de las hojas en la tierra.
Sobre las rocas, el tatuaje de las sombras,
en el corazón de los árboles la palabra amor.
No somos nada, nadie, madre.
Es inútil vivir
pero es más inútil morir.
Dulzura, de Gabriela Mistral
Madrecita mía,
madrecita tierna,
déjame decirte
dulzuras extremas.
Es tuyo mi cuerpo/que juntaste en ramo
deja revolverlo
sobre tu regazo.
Juega tu a ser hoja
y yo a ser rocío,
y en tus brazos locos
tenme suspendido.
Madrecita mía,
todito mi mundo,
déjame decirte
los cariños sumos…
Ahora que si prefieres recitar un poema de tu autoría, pero tienes cierta inseguridad con respecto a tus dotes de escritura, la mejor forma de vencer el miedo a escribir poesía es: ¡escribiéndola!
Te aseguro que si lo intentas quizá te lleves una agradable sorpresa con el resultado y, sobre todo, tu mamá te lo agradecerá eternamente; para ejemplo, el poema que escribió mi sobrina ya hace varios años y que su mamá atesora:
Mi mamá me inspira día a día, ella brilla desde que tengo vida.
Me motiva y me da alegría
Soy feliz con ella porque todo es risa y risa
Por Ximena R. ocho años
El secreto de escribir un poema para el Día de la Madre y así celebrarla está en poner por escrito los sentimientos y emociones que tu mamá despierta en ti, así que si te animas, ¿nos compartes tu poema? Ahora que, si de plano la palabra escrita no es lo tuyo puedes elegir alguno de los citados en esta nota y regalárselo con todo tu amor a la creadora de tus días.
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