Es una realidad: por medio del juego y los juguetes los padres fomentamos los estereotipos de género tradicionales. Esto sucede cuando no permitimos que un niño juegue con muñecas porque “esas son cosas de mujeres”, o que una niña se suba a la patineta de su hermano, porque “esas son cosas de hombres”.
Para la doctora Melissa Fernández Chagoya, coordinadora del Seminario en Estudios de Género, Teorías Contemporáneas y Acción Política, de la Universidad del Claustro de Sor Juana, “a través del juego los seres humanos imitamos y aprendemos a ser lo que somos. Los juguetes nos enseñan a hacer lo que el mundo está esperando de nosotras y nosotros”.
Señala que los roles de género tradicionales se han naturalizado y se aprenden desde la infancia. A las niñas se les educa para ser una “buena” madre y cómo arreglarse para ser una bella mujer. Más que tratarse de asuntos infantiles, algunos juguetes y juegos enseñan estereotipos.
Jugar a pintarse las uñas y teñirse el cabello refuerza el valor de la imagen en las mujeres. Otros juegos transmiten el mensaje de que sean las féminas las encargadas del cuidado de los hijos y de los enfermos.
Y el cuidado de los otros “es considerado, en el ámbito público, como un trabajo residual porque son labores no remuneradas. Y no se considera un trabajo, aunque lo sea”, enfatiza la doctora en Ciencias Sociales.
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Niñas jugando a ser mujeres
Mientras que a las niñas se les enseña cómo criar, cómo cocinar, cómo arreglarse, los juegos de los niños tienen que ver con la guerra, la competencia o el uso del cuerpo llevado al límite.
Para la investigadora, estas enseñanzas diferenciadas marcarán el resto de nuestra existencia para vivir en una sociedad patriarcal y en un régimen político que construye dos formas de existencia posibles: ser mujer o ser hombre.
Hay que cambiar paradigmas. Para lograrlo, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), propone incentivar juegos, juguetes y canciones no discriminatorios, que no segregan ni categoricen espacios, temas, actividades y roles para los niños y niñas.
Asimismo, sugiere revisar canciones y juegos basados en estereotipos que refuerzan conceptos sesgados de lo que es femenino y masculino, y optar por canciones y juegos que promuevan la igualdad.
En vez de cantar: “arroz con leche me quiero casar con una señorita… que sepa coser, que sepa planchar…” podríamos cantar “arroz con leche, me quiero encontrar, con amigos y amigas para ir a jugar, que sepan correr, que sepan saltar, que canten y que bailen para disfrutar”.
¿Qué hacer?
Hay que dejar de “estorbarles” a las niñas y a los niños y permitirles esa capacidad de decisión: “las y los adultos, no solamente quienes ejercen la maternidad y la paternidad, debemos dejarlos jugar lo que les nazca”, apunta Fernández Chagoya.
Otras sugerencias son:
- Evitar seguir reproduciendo el “trabajo residual” hacia las niñas y el “trabajo remunerado” para los niños. Darles la libertad de escoger.
- No imponerles ni colores, ni juegos, ni juguetes.
- Permitir a las niñas y niños ser y existir, sin el margen de estos roles impuestos “que apelan a una lógica tradicional de género desigual y enseñan, desde una temprana edad, una división sexual del trabajo, que es asimétrica”.
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