Un nuevo año comienza y con él la mentalidad de poner en práctica todo aquello que se quedó en pausa durante los 12 meses transcurridos y por qué no, sumar nuevas metas más ambiciosas. Entre los propósitos de Año Nuevo que más solemos poner en las 12 deseos del fin de año se encuentran ir al gimnasio, comer más sano o aprender inglés.
Sin embargo, una cosa es decirlos, pero cumplirlos ya es avaricia. Y aunque la mayoría de las veces fracasamos estrepitosamente, no desfallecemos, pues el año siguiente volvemos a ponernos objetivos de difícil cumplimiento…
Con el 1 de enero nuestro contador se pone a cero y tenemos por delante 365 nuevas oportunidades de hacer grandes cosas o al menos eso creemos. Entonces, ¿por qué hacemos propósitos de Año Nuevo?
“Los últimos días del año tendemos a hacer ‘balance de lo bueno y malo’ como dice la canción. Nos despedimos de un número para entrar en otro e incluso hacemos una fiesta para celebrarlo. Todo ello propicia una sensación de cierre y, a la vez, de novedad”, señala Olga Fernández-Velilla Lapuerta, psicóloga general sanitaria y especialista en terapia familiar y de pareja del Instituto Psicológico Cláritas.
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La sensación de volver a empezar
“El cambio de año nos permite tener la sensación de volver a empezar, de tener una nueva oportunidad para mejorar, de confiar en que aquello que queremos cambiar puede darse. Mucha gente, ante el cierre de año, experimenta nostalgia, alegría o sensación de haber dejado atrás alguna dificultad o error”, comenta Fernández.
Y agrega que “por ello, el Año Nuevo es esa página en blanco, ese ‘el lunes empiezo’ al que muchos miran llenos de buenos propósitos. No obstante, esa fecha no viene acompañada de cambios per se, solo es una fecha cargada de significado, que podemos aprovechar para que nos impulse a generar el esfuerzo para alcanzar los cambios o propósitos deseados. Lo que debemos recordar es que estos propósitos no se cumplen solos”, subraya la especialista.
Dentro de los propósitos más habituales suelen ser: hacer deporte, perder peso o dejar algún vicio, es decir, mantener un estilo de vida más saludable. También son comunes algunos enfocados hacia proyectos personales como viajar más, organizar mejor las finanzas, aprender algo nuevo, etc.
Pero proponerse algo no implica necesariamente cumplirlo. De hecho, la especialista comenta que el éxito de estos planes depende de cada persona, pero lo más habitual es que fracasen.
“Suelen fracasar por ser muy ambiciosos, inespecíficos y poco realistas. En general, no son demasiado meditados, si no que se toma como propósito aquello que no se ha cumplido o se lleva procrastinando tiempo”, manifiesta Fernández.
Según explica Fernández-Velilla, el primer paso para lograr los propósitos de año es parar y pensar “¿qué es lo que quiero conseguir?, ¿qué me gusta?, ¿qué me motiva?, ¿qué nivel de esfuerzo o tiempo tengo o quiero dedicar?, ¿qué me suele resultar difícil?, etc. Es decir, conocernos, conectar con nuestros propios intereses y también con nuestras limitaciones y las del entorno”.
Por lo que recomienda que “una vez realizada esa reflexión, tenemos que elegir metas específicas y realistas. De nada sirve ponernos objetivos muy ambiciosos que sabemos que no vamos a poder cumplir. Ayuda escribirlas para tenerlas más presentes y elaborar un plan de acción para llevarlas a cabo de forma gradual y así tomar conciencia del proceso. Será importante premiar nuestros logros o submetas a medida que los vayamos alcanzando”.
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Adaptarse si no cumples tus propósitos de año nuevo
La psicóloga subraya que debemos ser conscientes de que nuestras circunstancias pueden variar con el tiempo. Por lo tanto, tenemos que mostrarnos flexibles ante posibles cambios e ir adaptándonos a ellos. “También hemos de contar con que en todo proceso de cambio puede haber recaídas, así que es importante permitirse el error y enfocarlo como una oportunidad para seguir creciendo”, agrega.
De igual modo, John Norcross, profesor de Psicología de la Universidad de Scranton (Estados Unidos) y coautor de un estudio sobre propósitos de año nuevo publicado en la revista Time, señala que “los deslices al principio no predicen el fracaso. De hecho, muchas personas que alcanzaron su objetivo manifestaron que esos primeros deslices fortalecieron su propósito”.
Así, Norcross ofrece varias recomendaciones para no rendirse ante el primer fallo y perseverar en la consecución del objetivo:
- En vez de estar molesto por haber fallado, “hay que tomarse un respiro y darse cuenta de que cambiar el comportamiento consiste básicamente en aprender una nueva habilidad”.
- Reconfigura las metas. Norcross afirma que “las personas tienen más probabilidades de lograr sus metas si obtienen una gratificación inmediata, en lugar de lejana en el tiempo. Esas pequeñas metas a corto plazo harán que la motivación no decaiga”.
- Contar con un compañero también puede ser un buen apoyo. “Tener un compañero que persiga el mismo objetivo no implica una gran diferencia al principio. Sin embargo, ese apoyo comienza a tener un gran impacto alrededor de febrero”, afirma el profesor.
- Cambiar el entorno. “Es probable que haya algo que propicie esos fallos a la hora de perseverar en la consecución de nuestro propósito, ya sea una persona, un lugar o un mal hábito. Evitar esos desencadenantes y sustituirlos por gente, lugares o cosas que nos ayuden a ceñirnos al objetivo es crucial”, manifiesta.
- Vuelve a comenzar en el momento adecuado. Según explica, la investigación “muestra que empezar un cambio de comportamiento en un día psicológicamente importante, por ejemplo, el primero del mes, un cumpleaños o un aniversario, puede mejorar las probabilidades de éxito”.
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