Un banco de leche no solo es útil para las mamás que regresarán a la oficina. También lo es para aquellas que quieren salir a hacer ejercicio, pasar un día fuera de casa o tomar un medicamento no compatible con la lactancia.
Lo ideal es empezar a hacerlo de tres semanas a un mes antes de necesitarlo para que tu cuerpo se vaya acostumbrando a la sensación de sacarse leche con un extractor y tu producción aumente poco a poco. Es normal que al principio salga poca leche, incluso menos de 30 ml (una onza), pero con el tiempo, gracias a la estimulación de tu bebé y del extractor, irás produciendo más.
¿Qué necesitas para hacer un banco de leche?
Un extractor de leche manual o eléctrico. Si es para la oficina, te recomiendo que sea eléctrico y doble, pues la extracción será más rápida y puedes hacerla en los dos pechos simultáneamente. Estos extractores suelen incluir una lonchera térmica que te será muy útil para almacenar y transportar tu leche.
Botellas o bolsitas herméticas para almacenar la leche.
Un plumón indeleble.
Un lactario. Toda mujer tiene derecho a contar con un espacio privado y limpio para extraer su leche en el lugar de trabajo.
Un refrigerador. Idealmente en la oficina, pero si no hay puedes guardar tu leche en la lonchera térmica y meterla al congelador en cuanto llegues a casa.
Prepara el ambiente. Elige un espacio tranquilo con una silla cómoda en donde puedas permanecer unos 20 minutos. Pide a alguien que cuide a tu bebé o hazlo cuando esté dormido para que puedas estar relajada.
Cuida la higiene. Siempre lava tus manos y asegúrate de que el extractor y los contenedores que uses estén limpios.
Sácate leche entre tomas. Hazlo después de que tu bebé haya comido para que no se quede con hambre. Un buen momento es de 30-60 minutos después de la primera toma de la mañana. Al pasar los días, ve integrando más sesiones de extracción. Puede ser después de la toma de medio día y al final del día.
Calcula cuánta leche necesitarás. Entre el mes y los seis meses, un bebé consume 25 onzas en promedio (30 onzas de los siete a los 11 meses). Cuenta cuántas veces come tu bebé a lo largo de 24 horas y divide 25 onzas entre esa cantidad. Por ejemplo, si come 10 veces en 24 horas, divide 25 entre 10 y sabrás que cada biberón que necesite será de 2.5 onzas en promedio. Ahora calcula cuántas tomas hace tu bebé en el horario que estarás ausente y sabrás la cantidad de onzas que deberás dejarle.
Congela la leche. Una vez que tengas tu leche en la bolsita, apunta con un plumón la fecha y hora de extracción. Procura congelar en pequeñas cantidades (una a dos onzas) para evitar desperdicios. Guárdala al fondo del congelador.
Descongela primero la que congelaste primero. Lo más fácil es pasar la leche al refrigerador la noche anterior a su uso. También puedes poner la bolsita o botella en un recipiente con agua tibia o bajo el chorro de agua tibia. Evita ponerla en baño María o en el microondas ya que podrías matar sus nutrientes o quemar a tu bebé.
Reglas básicas de consumo
Si descongelas, ya no puedes volver a congelar. Según La liga de la Leche, recongelar la leche materna puede provocar la ruptura de nutrientes e incrementa el riesgo de proliferación de bacterias. Si tu bebé no se acaba una mamila descongelada, puedes dársela en la siguiente toma.
A temperatura ambiente, la leche dura entre tres y cinco horas dependiendo del clima (entre más calor más rápido se descompone).
La leche recién extraída puede durar en el refrigerador de tres a cinco días a una temperatura ideal de 4 grados centígrados.
La leche congelada puede durar hasta 6 meses, sin embargo no es recomendable guardarla por tanto tiempo porque las propiedades de la leche materna van cambiando conforme crece tu bebé.