Después de dar a luz, una mujer experimenta una serie de cambios físicos, sentimentales y emocionales. Durante el embarazo, el cuerpo sufre transformaciones completas y la responsabilidad de albergar y gestar a un nuevo ser es incuestionable. Las emociones y sensaciones vividas durante esas 40 semanas son únicas e irrepetibles, siendo sólo la madre y el hijo los que realmente comprenden su naturaleza, sin embargo, es fundamental comprender las diferencias entre el baby blues y la depresión posparto, dos condiciones emocionales que pueden surgir después del parto.
Hay una parte del cuerpo de una mujer embarazada de la que poco se habla: el cerebro. Seguramente es porque el cambio evidente es el físico, y sí con él se entiende que en el interior de esa futura mamá también hay cambios obvios: sus órganos ceden espacio a ese pequeño ser que requiere ser alimentado y protegido mientras llega el momento de salir al mundo y ser un individuo; incluso se llega a hablar de los cambios en el flujo sanguíneo de la mujer en cuestión, de cómo su presión tiene cambios y hay que mantenerlos en constante vigilancia.
Mientras está embarazada, el cerebro de la mujer experimenta cambios significativos en su estructura y función. Sin embargo, aunque estos cambios pueden afectar estructuras involucradas en la cognición social, no se ha demostrado que afecten negativamente las capacidades cognitivas de las madres, lo que sí sucede es que hay un aumento en las habilidades maternas.
Hasta aquí se puede afirmar que no hay un cambio significativo ni en la función ni en la forma del cerebro, sin embargo, la transformación más sensible está en las emociones de la mamá, ella desarrolla una relación única con ese ser que lleva en el vientre y se alimenta de ella, diciéndolo de manera poética le da lo mejor de ella misma para que llegue a feliz término y pueda nacer. Durante estos meses de embarazo, las emociones de una mujer viven en un verdadero e interminable viaje en montaña rusa, la alegría ante la llegada del bebé también se opaca ante el temor de lo que pueda suceder, miedo a no lograr ser una buena mamá, expectación ante los cambios inherentes en el día a día, etc.
Todo esto, combinado con las variaciones químicas, físicas y hormonales que la reciente mamá experimenta, pueden desencadenar, en el mejor de los casos en tristeza, pero puede desencadenar en baby blues, depresión posparto y, en raras ocasiones hasta en psicosis posparto. Dicho de otra forma, una mujer puede pasar por diferentes estados emocionales bajos después de dar a luz, y considerando su intensidad y riesgo pueden ser enlistados de la siguiente forma:
Hace tiempo una de mis amigas me platicó que durante su curso psicoprofiláctico la instructora les explicó que una vez que el babé nace, prácticamente todas las mujeres tocan su abdomen y de inmediato sienten el vacío que hay, entonces aparece un peculiar sentimiento de tristeza por ese espacio vacío en su cuerpo, ahora pienso que ese puede ser el inicio de esa tristeza que suele presentarse en el posparto, que hoy se lama Baby Blues.
Baby blues es un término que actualmente se utiliza para describir los sentimientos de tristeza, ansiedad, irritabilidad, llanto y cambios de humor que pueden experimentar las mujeres después de que sus bebés nacen, también se le llama melancolía posparto. La American Pregnancy Association dice que los baby blues —o sea los sentimientos y emociones de la mamá— son comunes y afectan hasta al 80% de las nuevas madres y son una respuesta normal a la transición a la maternidad.
Los síntomas del baby blues son los siguientes:
Aunque los baby blues pueden ser incómodos, sobre todo para quienes acompañan a la mamá, suelen desaparecer por sí solos sin necesidad de tratamiento médico.
Considerando que la nueva maternidad es un cambio radical en la cotidianidad de una mujer, quien habrá de enfrentar una nueva manera de vivir y que además habrá de aprender sobre la marcha a cómo vivirla, entonces la respuesta más coherente es un enfático: ¡sí! La depresión posparto es una condición común que puede afectar hasta al 20% de las mujeres después de dar a luz por primera vez.
Sobre la depresión, la Psicóloga Virginia Chávez Montes de Oca, catedrática de la Universidad Cristóbal Colón en Veracruz, nos dice que tiene distintas características:
Es comprensible que, si estas características son llevadas a una mujer que acaba de ser madre, pueden significar que se vea imposibilitada de cuidar y atender a su bebé o, incluso, a ella misma. Aunque puede confundirse con la melancolía posparto (baby blues), la principal diferencia entre ambas es que los síntomas en la depresión posparto son más exacerbados y duran más tiempo, además pueden presentarse hasta seis meses después de haber parido, por lo que es requerido un tratamiento psicológico especializado.
La Clínica Mayo comparte los siguientes síntomas:
Es de verdad importante comprender que la depresión posparto no es un defecto de carácter ni una debilidad, sino una condición derivada de los cambios que ocurren en la vida y el cuerpo de una mujer gestante y se debe generalmente a una combinación de factores de riesgo, como un historial previo de depresión, problemas para dormir después del nacimiento del bebé, falta de apoyo social o problemas financieros.
La Clínica Mayo define la psicosis posparto como “una afección poco común que suele aparecer en la primera semana después del parto, cuyos síntomas son graves, ya que incluso puede causar pensamientos o conductas que ponen en riesgo la vida de la madre y de su bebé”. Para que conozcas más acerca de esta delicada situación, te invito a que des clic aquí y que leas nuestra nota referente específicamente a este tema y así puedas comparar los síntomas del baby blues, la depresión posparto y la muy poco existente psicosis posparto pues, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), sólo 1 de cada 500 mujeres llega a padecerla.
Cuando un bebé llega a la vida de una mujer su realidad, su vida y su entorno cambian radicalmente, como en todo cambio se requiere de un período de adaptación, durante es que las emociones y la mente pueden verse afectadas, sin embargo, no hay nada que no se pueda resolver con el apoyo familiar, psicológico y médico necesario, y sobre todo aceptando que algo no está bien.
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