Por Nayeli Rueda
Antes de ser mamá, Mariana tuvo dos abortos espontáneos en el segundo trimestre de embarazo. Después de esas “malas experiencias” decidió acudir a un especialista. Luego de un cerclaje cervical, logró ser mamá. Actualmente tiene una niña de tres años.
El cerclaje cervical es un procedimiento quirúrgico y ambulatorio, que consiste en “cerrar el cuello del útero a través de una sutura de fibra de poliéster. Este material es lo suficientemente fuerte para evitar que se abra el cérvix y un embarazo llegue a término”, explica Agustín de Jesús Guerrero Guillén, médico materno fetal del Hospital Ángeles, Clínica Londres.
Durante el embarazo, el cuello del útero permanece cerrado y firme. Cuando se inicia el parto, comienza a dilatarse. Sin embargo, hay condiciones en algunas mujeres que predisponen a que su cérvix se abra antes de lo debido y que tengan un aborto espontáneo o parto prematuro.
La historia clínica de la mujer y algunos estudios, como el ultrasonido transvaginal, serán necesarios para que el médico identifique la causa de las pérdidas de un bebé y confirme el diagnóstico: incompetencia cervical. Si la paciente es candidata, hay que realizar un “cerclaje” entre las 12 y 16 semanas de embarazo.
Se debe realizar en este tiempo porque un bebé está creciendo, y después va a pesar entre 200 y 600 gramos, “un peso suficiente para abrir un cérvix que es muy débil”, explica el especialista.
Para el ginecólogo obstetra, lo recomendables es que, si una pareja está planificando un embarazo, acuda a una consulta preconcepcional tres meses antes para poder identificar de manera precoz factores de riesgo.
Hay mujeres que pueden tener un cérvix corto, de menos de 25 milímetros, y probablemente necesitar un cerclaje cervical. Esta situación se puede detectar antes de las 24 semanas de embarazo.
Asimismo, si la gestante presenta dilatación igual o mayor a un centímetro, antes de los seis meses de embarazo y se confirma que hay incompetencia cervical, será “necesario un cerclaje de emergencia”, señala Guerrero Guillén.
La incompetencia o insuficiencia cervical también puede deberse a una condición congénita, es decir, que por nacimiento el tejido del cérvix es muy débil, pero también “debido a cirugías uterinas, como una conización, que es una incisión para extraer tejido del útero si hay una lesión, o bien, a la existencia de desgarros cervicales por un traumatismo o por malformaciones uterinas”, explica el especialista.
El embarazo de una mujer que, por indicación médica, se ha sometido a un cerclaje cervical, es considerado de alto riesgo y deberá seguir las recomendaciones del especialista, entre otros cuidados:
Para el experto en embarazo de alto riesgo, el manejo post quirúrgico de un cerclaje cervical es muy importante: “hay que poner medicamentos que impidan las contracciones y evitar infecciones que pueden provocar una ruptura de membranas o actividad uterina, que obligarían a retirar el cerclaje”.
Comenta que el “cerclaje” más utilizado es el transvaginal, con el método McDonald, ya que es práctico y sencillo para la paciente y el médico. Además, para retirar las suturas no hay que poner anestesia. Suele hacerse en la semana 37 de embarazo, o antes, si fuera necesario.
El cerclaje abdominal es poco frecuente y se recurre a este método cuando “una mujer tuvo antecedentes de cáncer de cérvix o le realizaron una amputación y hay muy poco tejido para hacerlo por vía vaginal”, concluye.
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