Las primeras semanas que das leche materna a tu bebé es muy probable que sientas una mezcla de confusión y frustración. Hay que admitirlo, no es sencillo. Todas las mamás viven situaciones diferentes, pero para muchas, duele amamantar. Se resecan y agrietan los pezones y sí, es probable que tu bebé no abra bien la boca o incluso te “pellizque”.
“Cuando nació mi primer bebé, dice la escritora Emily Oster, autora del libro, Criar sin mitos, parecía que tenía todos los problemas de la lactancia: el problema del agarre del pezón, el problema de la cantidad de leche, el problema de cómo sacarme la leche. Puedes pensar que solo tú tienes esos inconvenientes. Las horas que pasas en una habitación tratando de hacer que coma un recién nacido, te aíslan”.
Sin embargo, aunque creemos que somos las únicas que pasamos por esos obstáculos, la realidad es que la muchas de las mamás los presentan. “Pregunté en twitter y otras mamás me hablaron de sus pezones diminutos, los sangrantes, los adoloridos y los agrietados. Me hablaron de sus problemas en cuanto a la cantidad de leche o demasiada producción, pechos que gotean, ropa tiesa por la leche seca, colchones que huelen a parmesano”.
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Lo más desgastante es cuando alguien te dice, sin conocimiento de lo que estás sufriendo por unos mililitros de leche, frases como: ‘millones de mujeres lo hacen, ¿qué tan difícil puede ser?’ Pues sí, es difícil, y no ayuda mucho cuando alguien más ejerce presión adicional.
La realidad es que lactancia materna no debería doler, si es así, significa que tu bebé no está agarrando correctamente el pecho. De acuerdo con Emily Oster, la práctica de la lactancia es una experiencia humana universal, por lo que podemos aprender de las vivencias de otras mujeres. Es por ello que propone los siguientes tips para que amamantar no lleve dolor (a menos no un dolor insoportable).
Un estudio en la India puso a madres al azar para que sostuvieran a sus bebés 45 minutos después del parto o para que los pusieran en calentadores de bebés. Las mamás que tuvieron a sus hijos piel con piel tendían (72% frente a 57%) a amamantar a las 6 semanas, también reportaron menos dolor con las suturas después del parto. “Muchos estudios aleatorios hablan del contacto piel con piel para mejorar los índices de éxito de la lactancia“, dice Oster.
El bebé tiene que abrir bien la boca, abarcar todo tu pezón y luego usar sus labios y lengua para succionar. Muchos bebés recién nacidos tiene problemas para agarrarse de forma correcta. Hasta que lo experimentes, podrás saber si tienes que empujarlo un poco para que logre agarrarse bien.
De acuerdo con la escritora, “sin un buen agarre el bebé no obtendrá suficiente leche y la succión será muy dolorosa para la mamá. ¿Cómo sabes que hay un buen agarre? Una vez que lo hayas hecho por algún tiempo simplemente lo sabrás. También aprenderás a reconocer un suspiro extraño que muchos bebés hacen cuando lo logran”
Cuando tu bebé aprende el agarre, es posible que sientas dolor unos segundos. Si el bebé está bien colocado, tiene una buena posición para comer, pero aún así sientes dolor, quizá tenga algún problema en la succión o falta de movilidad en la lengua (anquiloglosia o frenillo sublingual corto).
Oster explica otras posibles razones: “¿Por qué los recién nacidos podrían tener problemas para agarrarse al pezón? Nacimiento prematuro, enfermedad o daño al nacer pueden ser algunas causas. También podría tener que ver con los pezones de algunas madres -algunas mujeres tienen pezones invertidos que dificultan el agarre-. Por último, algunos bebés tienen problemas estructurales en la boca. ¡O quizá tu bebé te odia! Ja Es broma”
Si el problema persiste, el médico te puede indicar si requerirás un protector de pezón especial o un algún procedimiento para tratar el frenillo corto.
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Los pezones se pueden llegar a agrietar, irritar o llagar, no hay solución mágica. Lo único que tiene respaldo científico, es frotar leche materna en tus pezones. La mayoría de las veces las molestias aminoran después de dos semanas, pero si sientes dolor insoportable pide ayuda.
“La mayoría de las mujeres, incluso aquellas cuyos bebés se agarran bien, al principio pueden sentir dolor al amamantar, pero tendrían que dejar de sentirlo después de uno o dos minutos de lactancia. El dolor continuo puede deberse también a infecciones que son tratables como la candidiasis de pezón. Si el dolor persiste, pide ayuda para determinar la cusa. Muchas mujeres recomiendan crema de linolina, compresas y almohadillas, pero no existe evidencia científica que respalden su eficacia. Lo único científicamente probado es que coloques un poco de leche materna en tus pezones. Por supuesto no hay razón para usar estos remedios, si creen que funciona o quieren intentarlo, magnífico”, explica Emily Oster.
Un mecanismo biológico vincula la frecuencia de la alimentación con la producción de leche. El sistema (o tus pechos más bien) están diseñados para tener un ciclo de retroalimentación en el que tú produces más leche cuando el bebé necesita o solicita más. Muchas mamás aumentan su producción sacándose leche después de amamantar para que el cuerpo piense que la demanda es mayor.
“Cuando tu bebé acaba de nacer, producirás una pequeña cantidad de calostro, una sustancia rica en anticuerpos. De hecho empiezas a producirla al final del embarazo. En los primeros días, conforme amamantas, tu cuerpo empieza a producir más leche que calostro (en teoría). La expectativa es que cambie a una producción completa de leche; en términos científicos esto se llama lactogénesis y en ocasiones se hace referencia a esto diciendo que la leche ‘baja’, lo que ocurrirá después de las primeras 72 horas después del parto. Si esto no sucede, los médicos dicen que tienes lactogénesis retrasada. Muchas mujeres tienen una ‘bajada’ de leche muy tardía, de hecho hay estudios que indican que una cuarta parte de las mujeres produce leche con retraso de tres días. Este tiempo es 35% más largo para las madres primerizas. Esto puede hacer que el bebé pierda peso, lo que dificulta continuar con la lactancia. Este contratiempo puede decepcionarte”.
La sugerencia de la autora es “usar el ciclo de retroalimentación por demanda para aumentar la producción. Siempre es bueno permanecer hidratada. La cerveza en realidad empeora las cosas, tampoco hay evidencia suficiente sobre los remedios herbales. Hay más datos con algunos fármacos. También es posible que sin importar lo que hagas tengas muy poca o nada de leche, esto no es común, pero sucede”
En el otro extremo está la producción excesiva de leche. Cuando se acumula literalmente sientes “bolas” en los pechos.
“Los problemas principales de producir demasiada leche son las fuertes molestias y el aumento de riesgo de padecer mastitis (inflamación del tejido mamario). Tus senos se hinchan de leche, se ponen duros, calientes y duelen. Sacar la leche puede evitar esa molestia, pero contribuye al ciclo de la alimentación y a que siga el problema. Si deseas disminuir la producción vas a tener que lidiar con el problema de los pechos congestionados”.
Existen una gran variedad de técnicas para aminorar las molestias de los pechos congestionados: masajes, acupuntura, acupresión, compresas frías, compresas calientes, hojas de col, entre otras, pero la autora señala que la eficacia de esto es irregular.
Otro problema que se presenta por tener mucha leche es cuando el bebé empieza a lactar. Cuando la leche baje rápido y tan abundante puede agobiarlo. “Sacarte la leche unos minutos antes de alimentar a tu bebé, puede ayudar”, finaliza Oster.
Cualquiera que sea el problema recuerda ser paciente y buscar ayuda. No olvides alimentarte sanamente y beber abundantes líquidos. Evita pescados ricos en mercurio como el atún rojo, el pez espada, el tiburón o la caballa. Y relájate, el estrés también es un factor que juega en contra.
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