Por Ollin Islas
Los tiempos han cambiado. Están lejos aquellos días en los que las madres presumían la anécdota de que, a los tres meses, sus bebés ya comían caldo de camarón y jugo de carne. Hoy muchas mamás intentan guiarse por lo que la ciencia nos indica como el mejor camino: la lactancia exclusiva y a demanda, durante los primeros seis meses de vida, y la introducción de alimentos sólidos (sin quitar el pecho) a partir de los seis meses.
Sabemos, entonces, que no existe un alimento más completo y maravilloso que la leche materna y que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es más que suficiente durante los primeros seis meses de vida. Sabemos también que a partir de ese punto, ya podemos complementar el menú con vegetales y frutas y, según como indique el médico, pronto incluiremos proteínas animales, pero ¿sabemos cuál es la mejor manera de ofrecerlas? ¿Son las papillas?
Tania Becerril, especialista y coach en Baby Led Weaning, nos explica que las papillas no siempre existieron: “obtuvieron popularidad cuando las mujeres ingresaron al mercado laboral y se sustituyó la leche materna por la fórmula. Como la fórmula no era suficiente, entonces se crearon las papillas para que los bebés pudieran deglutir y comer algo más antes de los seis meses de vida”, explica.
Después de su aparición, rápidamente comenzaron a comercializarse, pues su lado práctico es innegable: con solo destapar, la comida está lista. No obstante, siempre ha existido cierta controversia en torno a ellas.
Independientemente de que las papillas sean elaboradas en casa de manera artesanal o sean productos comerciales listos para comer, mantienen a los bebés alejados de las texturas, los colores y las sensaciones que dan los alimentos sólidos. “Esto es un problema porque si los niños pasan un año consumiendo puros alimentos líquidos, no es tan fácil que acepten un pedazo de carne después”, asegura Becerril.
El método Baby Led Weaning (Alimentación complementaria dirigida por el bebé) defiende la idea de que los bebés pueden alimentarse con alimentos sólidos a partir de los seis meses sin la necesidad de transformar su consistencia o textura. Esto significa que pueden tocar, saborear, jugar y experimentar con la comida que se les ofrece en su forma natural.
El método no es una invención: básicamente sostiene que para que los pequeños puedan desarrollar una relación más cercana y positiva con la comida, es necesario recuperar los hábitos que existían antes de que las papillas se volvieran la principal alternativa para los bebés. Una ventaja es que los pequeños aprenden a identificar los alimentos, así como a reconocer fácilmente cuáles les agradan y cuáles no, lo cual no siempre ocurre con las papillas, pues en ellas suelen mezclarse diversos sabores en un mismo puré.
Si deseas probar el método, Tania Becerril te ofrece algunos consejos:
A pesar de sus beneficios, muchas madres temen probar el BLW por miedo a que su pequeño se atragante. Sin embargo, Tania Becerril asegura que el riesgo es bajo si evitas iniciar con papillas. “Si empiezas desde el principio con el método BLW es muy poco probable que tu hijo se atragante porque tú le enseñarás que los alimentos sólidos se mastican”, explica. Deja que tu pequeño juegue con fruta y verdura y pronto notarás que parte de la experimentación les enseña a arrancar pequeñitos fragmentos que los ayudan a probar y saborear.
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